miércoles, 14 de marzo de 2012

Monólogo del otro


A veces al náufrago le preguntan que por qué escribe y el náufrago contesta que –ahora- por nada, que no escribe por qué sino para qué. Y pide que no se lo pregunten más, que él ya lo tiene dicho en el poema 117 de Versos de tierra (2006).
Hubo un tiempo en el que existieron los motivos y las razones: por esto y por eso, por aquello y lo otro, por lo de más allá. Pero ya sólo queda el monólogo del otro que le pregunta por los fines y por las intenciones.
Antes, cuando no era náufrago, escribía porque tenía otra voz, pero ahora escribe para que la única voz que le queda no lo ahogue en su isla. El náufrago no escribe por nada, escribe para algo.
En estas cavilaciones estaba, cuando el náufrago recibe un correo de Paco Faraldo, un viejo compañero de Lisboa, que le dice esto:
-         La garota de S. Jôao, -no de Ipanema- camina ya hacia la playa por el pasadizo. El país sestea, la revuelta parece tan lejana como necesaria. Los fados choradinhos se descuelgan de las janelas -siempre las janelas- de Alfama y Madragoa. En la calle, los ciudadanos de corazón sufriente, los ciudadanos sin pensión y sin subsidios, pasean su desnorte resignado y, con una mini en la mano, ponen los ojos en el océano que, como hace cinco siglos, vuelve a ser la única salida.
Vuelve donde solías, maestro, hazlo por la garota o por la mini, mira que acecha la prosa municipal, espesa, alcalaína”. Fdo: El emigrante con papeles.

Entonces el náufrago fue a su carabela 4, limpió los caminos de hojarasca y acicaló
el letrero de “se vende”. Esperó un largo rato sentado junto al árbol para saludar la silueta de la tarde y entregó aquellas llaves de su isla.
… Y en ese monólogo del otro, el náufrago ama … y ama … y ama.

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