sábado, 5 de enero de 2013

Epifanía

Esta fiesta de origen oriental celebraba el solsticio de invierno con ritos nocturnos, haciendo del rey Sol el protagonista del templo de Coré. También hacía referencia a las revelaciones y apariciones de profetas, chamanes, médicos, brujos y oráculos, que se dedicaban a interpretar las visiones del más allá. Fue Epifanio quien le dio un viraje cristiano como fiesta de la “santa luz”. De nuevo la Iglesia bautizaba una celebración pagana a la que añadió un icono de gran valor metafórica y beatífico: los Reyes Magos.
El náufrago sabe todo esto porque en el faro de Rocadura han instalado una wi-fi y puede consultar la wikipedia. Él cree que lo del oro, el incienso y la mirra se lo inventó un tal Beda el Venerable y así se inició la costumbre de regalar por Reyes. Bellísimo este cuento lleno de fantasía y gozo, que eleva la literatura al mismo Olimpo de los dioses.  
El náufrago ha recordado sus 8 años cuando, junto a sus 6 hermanos, se levantaba a media noche y, tiritando de frío y de mocos y -en calzoncillos- se iba a la mesa camilla de la salita-recibidor-cocina-comedor, todo en uno, en donde sus Majestades le trajeron una Enciclopedia, un rosco de almendra y una moneda de chocolate con una sombrillica de manises. Todos los años igual, cambiando la enciclopedia por los lápices de colores, el cuaderno de escritura o un caballo de cartón que le duró un par de días. La mañana del día 6 de enero concentraba toda la fiesta en la esquina de la calle los Caños con la calle Llana y allí toda la prole del barrio subía y saltaba poniendo los límites en ca Caniles y Piñiki, como un territorio infantil en arco-iris sobre aquel blanco y negro de postguerra y catacumba. Eran los tiempos de la “gota leche”, la escuela de la “pollica” y los cántaros de agua en el pilar de la calle Luque.
Entonces los niños no tenían pijamas ni biberones, ni había cabalgatas ni videoconferencias, pero era la luz -una luz intensa- la que inundaba el misterio de los niños en aquel barrio alcalaíno, escenario de la infancia del náufrago. Por eso, cada vez que algunos “sociólogos de la berza” dicen que hay que decirles a los niños que los Reyes son los padres, el náufrago se cabrea. Sobre todo por la razón que dan, porque “a los niños hay que decirles la verdad”. Que en una sociedad como la actual, en donde la mentira, el fraude, y el engaño se sirven a todas horas y en todas partes, te digan que hay que decir la verdad de los Reyes es para subirse por las paredes. No, no hay una mentira más verdadera ni un engaño más inocente que el de esta noche mágica.
El náufrago ha visto a los niños desorbitados, a los viejos humedecidos, a los novios  sobresaltados, a los inmigrantes agradecidos, a las madres esperanzadas, a todos los ciudadanos amistosamente reconocidos … No hay noche más brillante, más íntima, más gozosa, más tierna y más  “epifánica”.
Fue también una noche de Reyes cuando el náufrago escribió en un libro que “ni eran reyes ni eran mágicos, pero habían creado la magia del mundo, del amor y de la vida. Recordando aquella noche el náufrago escribió aquella estrofilla –azul intensamente- de su colección inédita “Eróticas”:
Sucedía que tu cuerpo se adelgazaba deprisa
en mis ocultas miradas, como palmeras
de áridos desiertos, aljibe sin embargo,
tan victoriosamente me encendías.      
Y esta noche los Reyes serán generosos con él porque saben que el náufrago es bueno.                            

No hay comentarios:

Publicar un comentario