Esos gusanos

Siempre que empleo en mis escritos la palabra “pueblo” pienso si debo o no sustituirla
por la palabra “gente”. Y en muchos casos tengo algunas dudas insalvables.  Pero
nunca dudo con el uso de la palabra "gentuza".

El náufrago gasta buena parte de su tiempo en observar cómo las gastan algunos
gusanillos semi-humanos que, por lo visto, no tienen otra cosa mejor que hacer que
inventarse trolas, bulos, infundios y calumnias. Esta gentuza está convencida de que
lo que inventan con su irremediable malaleche puede dañar al sujeto, y se afanan por
poner empeño y eficacia en su tarea. Son unos sinvergüenzas de tomo y lomo, que
arrastran su cobardía con la misma prisa que su mediocridad. !Pobrecillos, se creen
que hacen daño!

Para ellos no existe nadie que trabaje con ilusión en lo que cree, que no se mueva por
altruismo, que no intenten hacerlo bien sin nada a cambio. Y el náufrago piensa que los
hay. Hombres que nunca escriben al dictado de nadie, que piensan en una sociedad mejor, 
que se equivocan pero siguen, que aciertan pero no se lo creen o que tienen ideas válidas y
 positivas.  Contra estos hombres los gusanillos nada pueden hacer.

El náufrago nunca perdonará a estos gusanillos que, convertidos en arañas o
sanguijuelas, tienen en la infamia su única herramienta.  Todo aquel que intenta darle
un sentido a su vida o hacer algo por la sociedad se encuentra con el corral de gusanos
haciendo carnaza en el estiércol. Cada vez piden más y más, insaciables en su 
degradación. El odio los consume. Representan las cloacas de la sociedad, su invencible
complejo de inferioridad, el vómito de la ciudadanía. Se creen buenas personas, los hijos
de la gran puta, mientras deciden cada día a quién se devoran con sus púas de cocodrilo.

El náufrago los conoce y -día a día- espera desde la Goleta que se pudran mordidos por
su propio veneno. No saldrán nunca al ágora ni reclamarán una crítica cara a cara.
Su mundo está en las alcantarillas. !Qué pena!