jueves, 10 de mayo de 2012

Webos - Webas

Pues eso, que estoy hasta los webos – webas de los –os y –as para distinguir el género
gramatical. Ya escribí una vez sobre masculinos-masculinas, antes de ser náufrago,
pero ahora quiero insistir porque, desde esta isla de la Goleta, la polémica suena aún más “estentórea”. ¡Hay que ver qué coñazo! ¡Y dale que te dale con los andaluces y las andaluzas, los trabajadores y las trabajadoras, los hijos y las hijas y la madre que los-las parió!
Pero, ¿tan difícil es entender que las personas no tienen género sino sexo y que el género que se le atribuye a las cosas es convencional y que, por economía del lenguaje, el plural masculino contiene al femenino y que, si los significados pueden ciertamente expresar connotaciones machistas, no ocurre así nunca con los morfemas? ¡Estamos hablando de gramática, cojones y cojonas!


Pues nada, no hay manera. A alguien se le ocurrió pensar que así se llegaría a la igualdad, ¿cómo dicen?, ah, sí, “visualizando” los dos géneros. En algunos oradores del PSOE ya va amainando la tendencia al os – as, pero los de IU no fallan. No se les escapa una, que ya es difícil, porque tienen que hacer un esfuerzo extra para que no se les escape.
Y todos y todas tan contentos y tan contentas, porque ya se dirigen a nosotros y a nosotras como hombres y como hombras trabajadores y trabajadoras, recogidas y recogidos en las listas y listos de jefes y jefas … ¡Madre mía, padre mío!
Me chirría, no lo puedo remediar. Me sube la bilirrubina. Porque sé que esto no tiene remedio. Y claro, sólo ocurre en este país, tan amigo-a  de falsos debates y pingües ideas. ¿Se imaginan en Inglaterra reclamando que los adjetivos, que todos tienen una sola forma que vale para los dos, la doblen para “visualizar” no sé qué? Porque esa es otra: creer que con eso se lucha por la igualdad y la favorece es argumento tan hueco que sorprende que haya tenido tanto éxito.
El náufrago recuerda aquella batalla del 68. Fuera los sujetadores porque expresan la opresión de la mujer y la exaltación del cuerpo femenino como objeto sexual del hombre. Y ¡hala!, corpiños, sostenes, sujetadores y hasta bragas a la calle. Hasta que la mujer se dio cuenta de que algún imbécil estaba jugando con ella, con su inteligencia digo, y se dio cuentas de que nada tenía que ver el culo con las témporas.
Para luchar por la igualdad, desterrar hábitos machistas y conseguir una misma consideración personal, labora y social podéis contar con el náufrago. Pero polladas en vinagre, ni una.

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