lunes, 3 de marzo de 2014

Navegando

Celebró el náufrago el Día de Andalucía oyendo a David Broza, un cantautor israelí que ha puesto su música y su poesía al servicio de la paz. A punto de cumplir los 60, después de una juventud bohemia como vendedor ambulante de cuadros en el Rastro madrileño, Broza es ahora uno de los grandes voceadores de la UNICEF, junto al jordano Hani Nasser.
La otra alternativa era tragarse las 6 horas de la final de los carnavales gaditanos. Así que soportó las chirigotas durante 4 horas (para que luego digan) y las otras 2 restantes las dedicó a Broza. Al náufrago le encanta su poesía urbana, desgarrada y denunciadora, que se mete en las raíces de la raíz, como un lamento. Y esa voz suya, de metal oxidado, carrasqueña como la aceituna rota. Por eso el náufrago ha elegido como poema insignia de su blog éste que sigue:
                                “He marchado y he dejado en tierra todos mis problemas;
                                             ahora voy navegando sólo con el viento.
                                             Él escucha mi lamento, no me dice nada; sabe lo que siento.
                                             He marchado y he dejado en tierra todo lo que quiero.
                                             Acostaré al sol, recibiré a la luna y esperaré a que venga el viento
                                             para que me lleve lejos.
Y tras repetir varias veces -machaconamente- el estribillo, Broza nos avisa con un verso indemostrable e indefinible:

                                                         “Pero no, no soy un valiente; enseguida vuelvo”    


Imposible describir / relatar mejor la vida del náufrago. Recordemos cómo el Robinsón Crusoe pasa 28 años en una isla tropical exótica y lejana, cerca del Orinoco, después de haber sido rescatado por los piratas. Sólo él logra sobrevivir y entonces, no antes, Daniel Defoe nos lo presenta como el emilio rusoniano, el hombre perfecto que sigue la naturaleza y se contrapone al homo homini lupus.  Robinsón refleja la bondad superlativa del hombre ferino (mito salvaje) y pasa a ser uno de los grandes ideales del romanticismo duro,  del de verdad,  ese que sólo creía en la paz de los sepulcros y que hacía de la tempestad y las ruinas sus enclaves preferidos, tan distintos a los amariconados paisajes de almendros en flor por donde revolotean pichones amarillos y oscuras golondrinas.
Fue una celebración andaluza atípica. Sólo un compás deshidratado de la guitarra de Paco de Lucía anunciaba en la Goleta un naufragio nuevo. Tete vino de Londres y le trajo a la sirena una felicidad limpia y generosa, tal vez humedecida por las aguas del Támesis.
Por eso, cuando hoy se vaya de nuevo, un nuevo náufrago rondará por Hyde Park.



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