jueves, 6 de marzo de 2014

Lepoldo Mª Panero

El náufrago conoció a Leopoldo Mª Panero en el Instituto Español de Lisboa. 1987. Panero habló en el Forum Picoas sobre la locura de la poesía, ¿o acaso fue sobre la poesía de la locura? El náufrago no sabría distinguir ahora, después de 27 años. Pero tal vez sea el mismo asunto, sobre todo en él que, siendo el más cuerdo de la saga literaria de los Panero, ha pasado por loco para los exégetas puristas y los críticos de solapas. El náufrago se fue con Leopoldo a Cascais y le hizo una entrevista para Boca Bilingüe, una publicación hispanoportuguesa por la que pasaron plumas de la talla de José Bento, Saramago y Miguel Torga.
Entonces el náufrago bebía cubatas fresquitos  en las tascas de Alfama y las noches alfacinhas eran su paisaje y su paisanaje, desde Caparica a Sintra, pasando por San Joao do Estoril. Y al terminar la entrevista Panero se puso serio y dijo: “No saques la entrevista que te hincho a hostias”. Y Boca Bilingüe salió sin la boca de Panero. Al otro día, el náufrago lo invitó a su clase de literatura con los alumnos (y alumnas) de COU. El náufrago sabía a lo que se exponía y, efectivamente, Panero empezó a echar sapos por su boca y no dejó títere con cabeza. Sirvan como ejemplo estas dos afirmaciones que dejó caer en clase, mientras los alumnos no salían de su asombro.
-La literatura es una mierda y está bien que así sea, siempre que los escritores se den cuenta de ello, lo acepten y no salgan de sus cloacas.

-La poesía que no es provocadora es sólo ocupación de maricones o calientapollas.


Nacido en el seno de una familia burguesa, conoció la siembra y el rescoldo franquista a través de su padre, falangista de pura cepa, pero él le salió rana: izquierdoso radical, transgresor maldito, bohemio del vacío, la soledad y la nada, escándalo siempre, drogata y obseso sexual, tabú marginal, heterodoxo invencible, incansable creador de la ruina y la destrucción … buen currículum el de este hombre que nunca perdonaría a Castellet que lo hubiera incluido en su antología novísima, el ejemplo más vivo del florero poético, costra y casta de todos los parnasos.
            Ha muerto encerrado en su manicomio personal e intransferible, masticando simbolismos y cagándose en la madre que parió a esta España mía / esta España nuestra.
            El náufrago sabe que decir de él que fue uno de los grandes poetas españoles de la modernidad puede parecer exagerado, pero se atreve a decirlo. Basta leer su obra El último hombre, editada en la colección Pluma rota de Ediciones Libertarias. Ésa que el propio autor dedica “ a (ellos), que me ayudaron a escapar del manicomio, salvándome así de la locura”. Él siempre presumía de estos versos:
                        He fumado mi vida y del incendio
                               sólo quedan ridículas cenizas.
            Pero el náufrago prefiere despedirlo con uno de aquellos “haiku”:
Un lago ha nacido, // en mi cráneo flotan los peces.
Pinto mis uñas // pienso en mi hermano // tumba entre tumba.

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