lunes, 31 de marzo de 2014

Follada en mi bemol

Sabía el náufrago que el poema 20 sería la comidilla del Sonetario 52. Todo el mundo lo había encontrado pronto, casi al abrir el libro. El título invitaba y fue el primer soneto que se leyó. El náufrago sospecha que habrá quien no haya leído más, pero el soneto 20 se ha releído, declamado, reclamado y aclamado. Follada en mí bemol, de qué irá esto, invita automáticamente el titular.
El náufrago no está criticando esto, incluso le parece bien. Si el autor tiene derecho a “provocar”, el lector lo tiene también para leer lo que quiera, como quiera y cuando quiera. Pero es un decir.

El poema pretende -y lo consigue- romper con el tabú sexual que está presente también en los textos poéticos. La poesía erótica es amplia y conocida en la historia literaria, pero tratada con un agudo realismo sorprende al más pintado. Automáticamente tenemos querencia a tratar el poema de pornográfico o, peor todavía, poco poético. Y esto es lo que el náufrago pretendía, romper con esa concepción romanticona de la poesía y descubrir el intimismo con todas esas palabras-tabúes que, sin embargo, afloran todos los días en la calle.


Pensar que la poesía tiene sus fronteras limitadas por las bellas palabras y los buenos sentimientos ha sido la castración de la poesía hasta la época del “malditismo bohemio”. Se da en otros casos. Cuando la gente se entera de que A. Machado había hecho un poema a las moscas, Neruda a la patata o R. Montesinos al cuba de la basura, lo consideraban inapropiado para el lenguaje poético. ¿Cómo algo tan sublime como la poesía puede dedicar sus versos a asuntos tan vulgares?
En la novela se permite que salgan las putas, los asesinos, las drogas … reflejando la realidad de la vida. Se acepta con más o menos remilgos, pues es sabido que el español -pío y educado- se la ha cogido siempre con papel de fumar. Pero ¿en la poesía? Eso nunca. La poesía estaba para cantar a los almendros en flor, a las lunas estrelladas de agosto y a las miradas de pupilas azules. Pues bien, eso es lo que quiere romper el poema 20.
Follada en mí bemol, el poema 20 del Sonetario 52, es un poema rebelde y revolucionario, ya queda dicho, provocativo y provocador, que intencionadamente usa un lenguaje no común en la poesía española. El libro también tiene otros poemas que, sin llegar a tanto, se consideran “poco poéticos” (sic). Los números 19, 21y 43, dedicados respectivamente al cubalibre, a un pedo y a un pleno municipal no parecen ser “temas” muy poéticos, pero llaman menos la atención que el soneto 20. Y casi con toda seguridad el enano de la venta seguirá en la zahúrda, disfrutando como “voyeur”. Claro que al náufrago le gustaría que se leyeran también los otros. 

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