jueves, 20 de febrero de 2014

Carnaval, Carnaval

En la Goleta se preparaban las Carnestolendas siguiendo los viejos cronicones literarios de los siglos XIV y XV, poco antes de la cristianización de los Reyes Católicos. Entre las coplillas destacan las que le dedicaron a un tal Mingo Revulgo y a un Provincial. Los poetas goliardos repartían sátiras e ironías varias que ponían en boca de los parias del lugar para que -cabreados- pusieran verdes a sus señores, echándoles en cara sus defectos, sus villanías y sus putadas. Éstos -los señores- se lo permitían, a cambio de poder cepillarse a las parientas. Así debió de nacer el derecho de pernada.
El mismo cacique feudal, en la comida, repartía a sus vasallos los disfraces ancestrales, que servían de soporte a la caricatura y al hazmerreír del vasallaje. Harticos de vino peleón y de ripios, lo pasaban pipa, mientras el señor -ya queda dicho- se “cepillaba” copulativamente a la vasalla cónyuge. También estaban los mochilones, mayormente curas y bachilleres (plebe eclesial) que, por Carnaval, se iban de cacería a los conventos, quedando sus barraganas libres de polvo y paja. Unos y otros eran “reyes por un día”.   

Así nace el Carnaval, como una fiesta popular llena de colorido, escenografía y gracia en donde se invertía el orden de la naturaleza. Los nacidos señores eran criados y los vasallos hacían de feudales por unos días.

Viene a cuento todo esto para decir -una vez más- que el náufrago no está en contra de los Carnavales, oiga. Ni lo está, ni lo estuvo, ni lo estará. Pero eso sí, con su almanaque y su calendario, no como un fiestón de verano, ¿Qué les parecería un san-isidro en octubre o una navidad en abril? Pero ni siquiera eso lo cuestiona.  A lo que el náufrago se opuso en su día fue a que -encima- el injerto veraniego lo subvencionara Cultura. Eso fue lo que cortó el náufrago y lo que provocó una campaña mentirosa, zafia y viperina, además de anónima.
Un carnaval como el demonio manda. Sátira, movimiento, desplante, armonía, desinhibición, careto, fantasía, máscara, travesura, libertad, chirigota, macarrez, orgía, disfraz … pero cuanto más ingenio e inteligencia, mejor. De ahí que en la Edad Media, el juglar - paria que no estaba a la altura del Carnaval era cubierto de betún y exhibido en la plaza del pueblo como un “memo ab iure” (gilipollas actual), y todos le chiflaban y le tiraban algo parecido a cáscaras de mono (de ahí la costumbre más moderna de tirar tomates).
-Tres datos son suficientes. En Alcalá hay un teatro que tiene un aforo de 300 personas. Durante el año se celebran allí unos 120 actos (conciertos, teatro, cine, danza …), de los cuales sólo en 3-4 se pone el cartel de completo. Pues, nada, algunos hay que piensan que debería hacerse un gran auditorio porque “en carnaval se quedan sin entradas”, una vergüenza a la que no hay derecho. ¿No es para darles una hostia?  
-Repasando las letrillas de los 7 últimos años del carnaval alcalaíno, hay tres lugares comunes: la fealdad de la alcaldesa, la gordura de Natalia y el mote de polilla. A eso es a lo más que han llegado los letristas, a que ¡todos los años! se haga chanza y escarnio con esos tres “temas”. ¿Muy ingenioso y creativo no parece que sea, no?
- El náufrago conoce los carnavales de Cádiz, Venecia, Tenerife y Lisboa. Ha estado allí y los ha disfrutado, pero reconoce que no ha visto los de Torredonjimeno ni Arjonilla, pese a su fama mundial
           


No hay comentarios:

Publicar un comentario