martes, 15 de octubre de 2013

Teresa

La madre del náufrago se llamaba Teresa, aunque todo el mundo le decía María. La sobrina del náufrago se llama Teresa, aunque sus amigos y familiares le dicen Maite. La concejala de Igualdad se llamara Teresa, aunque responde por Tere. El náufrago no conoce a ninguna Teresa que le llamen Teresa. Será, tal vez, por no dar pie a aquella estrofa ripiosa de “teresa, la marquesa, tipití, tipitesa…” No confundir con santa Teresita del Niño Jesús, que esa es otra. Teresa es la nuestra, la de Ávila, la fundadora de la tercera orden carmelita, la teresiana. Pero su nombre era Teresa de Cepeda y Ahumada, doctora de la Iglesia y uno de los grandes nombres de la literatura española. Toma el nombre de Teresa de Jesús cuando decide dedicarse a la reforma de la orden. Al náufrago le tocó en las oposiciones el tema de la literatura mística: santa Teresa y san Juan de la Cruz. Y lo bordó, pues siempre fue el santoral una de las silenciosas aficiones que podían disfrutarse en la Goleta. Santa Teresa llamaba cariñosamente a san Juan “mi senequita”, y hay quien dice que hubo entre ellos algo más que ardores místicos, porque Teresa era pasional y efervescente, lo mismo que un ascua. Y en aquellos tiempos, ya se sabe, intramuros del convento había sus más y sus menos “sersuales”. “Dios está en todas partes, hasta en los pucheros”, decía nuestra mística doctora, en ese lenguaje de camionero del XVI. Es una cita no literal, no vayamos a que salte el Fedriani con que falta alguna preposición. Por lo que cuentan sufrió dolencias y enfermedades a punta pala, pero ella hablaba de misticismos, iluminaciones y arrobamientos. Pero bueno, el náufrago no quiere contar su vida, que ¡vaya vida!, sólo rendirle una página bloguera para la posteridad. Anda por ahí desparramada en reliquias: la mano izquierda en Lisboa, el ojo izquierdo en Ronda, la mano derecha en el Pardo, recuperada por las tropas franquistas de las manos de los rojos y malvados republicanos -y allí se conservó hasta la muerte del Claudillo- el corazón en Alba de Tormes, un dedo en París, otro dedo en Sanlúcar de Barrameda, etc. ¿Y las tetas? Los hagiógrafos no lo dicen, por eso deben conservarse en los dulces de las tetillas de Ávila. En la Goleta se celebra también el día de los Teresos, como reclamo a la igualdad masculina del santoral.Porque vivía sin vivir en ella y porque moría porque no moría …. Hoy se fallará el mercantil y anti-literario premio Planeta. ¡Ave, Teresa, patrona de los escritores!

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