lunes, 28 de octubre de 2013

El oficio de escribir

           El náufrago escuchó el discurso de Muñoz Molina en el acto de entrega de los premios Príncipes de Asturias en Oviedo. No es el náufrago un incondicional del novelista ubetense, ni mucho menos,aunque le reconoce calidad suficiente para el puesto y rango que ocupa en la literatura española de hoy. El náufrago conoció a Muñoz Molina en los años 80 del pasado siglo. Incluso coincidían de vez en cuando en las páginas del Ideal de Granada. Antonio con aquella primeriza y excelente serie del Diario del Nautilus y el náufrago como articulista de esto, aquello y lo otro. Después vino su inicio narrativo con Beatus ille,que supuso el primer vuelo hacia una obra literaria que -hoy- es sin duda una de las más sólidas de la generación literaria de la democracia. Un currículum excelente, sí; pese a ello- ya queda dicho y reconocido por el náufrago, no lo convierte en “fan” del autor. Pero al náufrago le ha encantado el discurso que M.M. ha hecho discurrir por el espinoso y empinado tema del “oficio de escribir”. ¡Bravo!
             Ya se puede afirmar en un acto solemne y cultural por excelencia que la escritura es una tarea artesanal, sin que se escandalicen los corifeos de la inspiración. Escribir no es más que “un oficio que pretende descubrir el mundo a través de la palabra”, ha dicho. Y después ha ido hilvanando parejas de un pensamiento dual en contraste, tales como mérito y fracaso, complicidad autor-lector, éxito y olvido, entrega y soledad … y así sucesivamente.

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 Y la asolada crisis, y el desprecio de esta sociedad al trabajo bien hecho, y la trampa de los intelectuales, y … ¡tantas cosas bien dichas ha dicho Muñoz Molina! Y esa cita de José Hierro, premio 1981: “somos el aire de libertad que respiramos”. El príncipe Felipe le ha reconocido a M.M. ser la voz de los necesitados y la rabia de los fracasos, para terminar haciendo un canto glorioso a la literatura como medio de aprendizaje para conocer lo humano y -así- servir de instrumento para mejorar la vida humana. Este es el oficio de escribir, un compromiso y un testimonio del hombre para con el hombre. Los escritores de campanario y florero, los evasivos y marfilistas, los elegidos por los dioses, los ombliguistas, etc. etc. deberían pensar en todo esto. Quedarse en los almendros en flor y en el murmullo de los ríos, tal vez sea mear fuera de tiesto en esta época en donde los intelectuales tendrían que clamar contra la pobreza, la injusticia, la corrupción y el capitalismo salvaje. La Mágina ubetense se une hoy con la Goleta alcalaína, haciendo de la escritura una doble flecha que une las letras del idioma con las fecundas raíces de la tierra.
        Dos días después, los poemas de la II República recordaron en Priego que “siguen viviendo en nosotros todos los nuestros que murieron”. Por eso el náufrago ha disfrutado con el discurso de M.M. Por su tono y por su timbre. Y por haberlo hecho en un acto solemne, en donde lo normal hubiera sido hacer del protocolo un incienso y dar paso a lo políticamente correcto. Pero no, Muñoz Molina ha estado en su sitio y ha dicho lo que tenía que decir.

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