martes, 18 de diciembre de 2012

El traje

Llevaba el náufrago más de tres años buscando un traje marrón y no había manera. Había hecho largos periplos para hacer realidad su deseo por un extenso mapa comercial que comprendía, entre otros, las estaciones de Cortefiel,  el Mercaíllo alcalaíno, Adolfo Domínguez, sastrería Ropones, el English Cort, la Marcha Verde de Almanjáyar, el don Latino nazarí, los Italianos, confecciones  Mari Puri, Emidio Tucci, Lagarterano clasicos, Beneton, etc. Nada. Los hombres de la moda mundial habían decidido que no hubiera trajes marrones, según le dijeron, por lo que no era posible llevarlo a cabo. Vamos, como una utopía, le dijo su vecino el “kurtural” ¿Tan poca cosa una utopía?
Le faltaba al náufrago un traje marrón, que completara el surtido de azules  marinos y mahones y el de grises marengos y escarlatas que, junto con el negro padrino procesional, formaban su vestuario. También quería subir un poco la media de su presupuesto trajil, ya que el último, un gris ceniza de verano, le había costado 28 € en las rebajas del 2007.  Eso sí, le caía de maravilla, pues no en balde tiene el náufrago unas hechuras que podrían servir de modelo a Fidias para sus esculturas griegas.
                Bien parecido, con su mirada oblicua tangencial, pectoral atlético y manos herculanas, piernas especialmente dotadas para el salto ágil, cintura genuflexa con tendencia cóncava leve, cuello clavicular en X, muñecas de crisálida y un caminar entre el padre Ángel de la Señora y el marqués de Castro… Ya digo, un discóbolo mironiano.
                Hasta que decidió vencer la utopía. Presto y veloz subió la empinada calle, con saltarines movimientos a pesar de la lluvia variopinta, y metióse en Paños BC-ERRE e- ipso facto- regálose la pieza de 3 - 1 cuarto doble de ancho. Marrón tierra de cueva belenera, tejido lapidal de opaca apariencia, tieso y flexible a la vez como una caricia de sirena varada, con especial prestancia en la caída.  Le llaman marrón ibicenco.


Un par de pruebas para equilibrar mayormente el tiro del pantalón, que a la vez que oxigene, impida el bamboleo testicular, un leve ajuste chaquetero a la altura axilar o sobaquil para facilitar el juego de la manga y la grave duda de ¿dos o tres botones?, pregunta que le pilla fuera de juego y contesta: yo soy clásico.
                Ya sólo falta el estreno del traje, que será en un acto doméstico como, por ejemplo, para tomar el desayuno o para ir por tabaco; nada de solemnidades … como corresponde a un intelectual proletario o a un político de la puta base.
                El náufrago pide disculpas a los lectores que consideren que este artículo desdice de su aplaudido currículum literario. Él cree que no, que cada escrito tiene su viaje, su razón y su sinrazón. Escribir de grandes temas o de hechos grandiosos es relativamente fácil. Una gran idea se expande por ella misma, su fuerza supera incluso a la de la palabra. Lo difícil es escribir sobre lo intrascendente, sacarle punta a lo que no tiene, intentar hacer literatura del vacío, de la nada, del cero total. Pruebe usted a escribir un folio sobre  un tornillo, una gorra o una foto escondida … Verá que no es fácil. Y el humor inocente, lejos de la carcajada y del sarcasmo, que no falte.


1 comentario:

  1. y tienes que estar de caramelo neztlé o cornisa bursatil,pues me recuerdas con ese color Larrubia en la ventanilla del Bamco Hispano.

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