lunes, 29 de julio de 2013

Morir sólo - solo

La muerte es blanca y duerme de costado. Vive entre
los vivos, entre árboles frutales. Permanece
atenta a las plegarias de los hombres que van
o vuelven de los campos, discretos, silenciosos,
con las cuentas rodándoles en los dedos gastados.
La muerte oye llover sobre los vivos
y oye llorar sobre los muertos.

A través del microscopio del faro de Rocadura, el náufrago ha podido empaparse de la tragedia ferroviaria gallega, ocurrida en el centro geográfico y emocional de Santiago. Era el día del santo apóstol. Fue entonces cuando el náufrago recordó estos versos de Manolo Jurado, un poeta sevillano que estudió latines con él en aquellos tiempos definitivamente idos de la Safa de Úbeda.
Tiene el náufrago una obsesión que le acuna y le despierta: morir sólo – solo. En pocas frases tiene la tilde una importancia tan precisa como en ésta. Morir sólo, solamente morir, la única obsesión del hombre, el único laberinto, la única factura. Morir solo, o sea, sin compañía, aislado, como toda muerte. Porque nadie te acompañará en ese acto de “inmensa soledad” que es la muerte. Aunque estés rodeado de familiares, amigos y vecinos, tu muerte siempre es un acto de soledad.
Sólo morir tiene sentido, porque desde que naces vives para ello, para morir. Morir solo sólo es tu propia despedida. La gente está ahí, pero no es público, ni compañía, ni solidaridad. La gente asiste a tu muerte desde su vida, es decir, desde otro plano, bajo otro cielo, con otra perspectiva. Sólo tu muerte es para ti solo.
Da igual que la muerte nos pise los talones por una neumonía, un navajazo o una maniobra de un tren mal dirigido. La muerte es tuya exclusivamente y nadie puede afrentarla, domarla o reducirla. Viene el rezo, la lágrima, ese luto del duelo, pero nadie acompañará tu muerte.
Tú, que vives, cuando vas a un cementerio a poner la rosa o das el pésame en el tanatorio o asistes impotente a una tragedia colectiva, nunca acompañas al muerto, ya que éste sólo puede estar solo. Solamente su muerte le perjudica, le beneficia, le controla y le anima. Solamente su muerte será suya en exclusiva. Las muertes de los demás sólo son su muerte sola.  
A estas alturas del escrito, llega a la Goleta un mensaje: ¿cómo estás? Y el náufrago contesta que normal, escribiendo sobre la muerte como tragedia colectiva y como soledad. Como una última mudanza, dice el mensaje.
Muy bien, por tanto, todas las muestras de solidaridad, entrega y duelo ante esa pena colectiva provocada por el tren de Santiago. Muy bien, pero no confundamos la pena con la compañía, ya que morir no admite acompañamiento, a no ser que el otro muriera contigo. La pena sí, es siempre colectiva, como el rito o la liturgia de la tribu hacia los que quedan vivos; pero la muerte sólo se queda con su muerte sola.
-          ¡Qué pesimismo, tío!
-          No, querido lector, probablemente esta página sea uno de los cantos más optimistas y gloriosos sobre la muerte. El náufrago lo sabe y sólo aspira a que le llegue con los ojos de la sirena … porque, eso sí,  está convencido de que toda muerte tiene una mirada.



1 comentario:

  1. Para tu lamntatio, estos versos de la iglesia Mayor de la Mota:
    :
    Deliciae meae iuventutis et ignis ...

    MENTO MORI

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