lunes, 22 de julio de 2013

La Goleta

Le preguntan al náufrago de vez en cuando qué es la Goleta y dónde está, pues según estas crónicas blogueras debe ser un espacio concreto en un sitio concreto. Y no, no es así. Porque no se trata de un lugar físico ni siempre el mismo, ni tampoco tiene geometría ni medidas. Digamos que es un espacio imaginado pero real, aunque esa realidad no sea sensible. Sirve a veces de guarida del alma y de infierno prematuro, también hace las veces de cielo y de nirvana, de refugio solitario y solar de los deseos. La Goleta es el mundo del náufrago con todas sus mentiras, sus obsesiones, sus cabreos y sus huellas dactilares; pero es también el mundo de sus sueños, de sus despistes, de sus crucigramas y de sus amores. Y de sus pensamientos, sobre todo.

La Goleta geográfica existe, claro. Sin ir más lejos, es el puerto de la ciudad de Túnez, famoso hoy por su larga playa y sus ricos restaurantes de pescado. Su madre etimológica viene de “gola”, canal de entrada en los puertos. Según la RAE es una embarcación fina, de bordas poco elevadas, con dos palos, y a veces tres. Bergantín y bajel que hizo de buque antiguo para la condena a galeras. Precisamente existe un bergantín goleta que se llama Cervantes Saavedra, como el mismísimo autor del Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Es un buque flotante que hace las veces de escuela y faro. Y hasta hay una calle granadina con el nombre de la Goleta en donde vive la pareja Juan-Be con dos hijos preciosos, Claudia y Daniel.
Alguien ha descrito la goleta como “la perla del mar, de velas timbradas por el viento que, con sus vergas y jarcias, crea versos inefables”. Y añade: “un prodigio, sin más sonido que la voz del mar y el aliento del soplo sobre la arboladura”.
Esa es la Goleta del náufrago: ese lugar interior en donde se encuentra el puerto y el velero. El puerto como destino de llegada para la muerte y el barco como viaje. Y es en ese encuentro -camino y fonda- donde tiene lugar esa aventura de la que el náufrago disfruta -o sufre- cuando, desde el faro de Rocadura, recrea cada día su vida, detenido el tiempo y encerrado en el mundo de sus ideas y de sus emociones. A veces son la serenidad y la armonía, otras el miedo y los temblores, pero siempre la voz del náufrago despidiendo la vida.
Y de ella salen todos los escritos: deformes y brillantes, de humor y de desgana, críticos y gozosos, aburridos, filosóficos, papeleros, sosos y calentones … La Goleta está en el alma del náufrago, a modo de conciencia, pero también a modo de memoria y de redención. Como un limbo que le recuerda todos sus pecados. Disfrazada de almunias, poyetes, mares de fenicios y acamuñas por donde aparecen de vez en cuando pequeños monstruitos, como el tío Gafotas o el Titiritero. Pero también es el espacio deseado para disfrutar de la belleza de la sirena.

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