miércoles, 17 de julio de 2013

I Torneo de Mus

La Asociación Huerta de Capuchinos celebraba sus tradicionales fiestas. Sin duda el único barrio alcalaíno que mantiene, año tras año, un programa interdisciplinar en donde se conjuga ese triángulo erótico formado por la cultura, la fiesta y la convivencia, cumpliendo una función integradora de  la sociedad y creando una escuela cercana para la participación.
El náufrago acudió a la fiesta con el gusanillo del I Torneo de Mus metido en su buche de gaviota. Salió de la Goleta con el último alpiste en los bolsillos y tarareando aquella copla del ardor guerrero vibra en nuestras voces. Por primera vez en la historia milenaria de la ciudad tenía lugar un campeonato de mus, juego de cartas vasco-madrileño, prácticamente desconocido en las Andalucías (la bética y la penibética) y que el náufrago había aprendido en su etapa lisboeta.
Música de fondo del tararí para volverse loco, después de la pinchada moruna, y un calor heliodoro de cigarras y majoletas. Comienza la partida en el mismo instante en que el vocalista entona la Campanera.
Desvirgada la baraja nueva, comienzan los cortes, embarajes, pases en falso, guiños a ciegas y señas señaladas. Todo un sistema de signos va conformando las primeras manos de ese juego de naipes -el mus- que torea grandes y chicas, desinfla pares y se enrosca en el juego de las 31. Alternancia en los primeros envites, equilibrio en los lances, mesura en los comentarios y movimiento pendular en los muses faroleros.

El náufrago tiene una jugada personal y rafaelina que consiste en que se da siempre mus de mano, tenga lo que tenga. Sabe que pierde oportunidades (ventaja al contrario), pero también aumenta la sorpresa. Hace lo mismo que cuando juega “a los chinos”, que nunca pide 3 entre 2.
La tarde se va engolfando con los riegos del cubata y del gintonic lola-loleño. Hay un ambiente, digamos, “molecular”, pero la partida de mus sigue su rito con una voz de soprano, hasta que el náufrago decide falsearla con un do bemol propio de tenores. Se da mus de mano y corta el enemigo. Él entorna sus ojos diagonales y escudriña la jugada con la parsimonia serena de un tahúr del Himalaya. Espera que hablen. Tiene dos cuatros y dos sietes. Están a 15 puntos por 5 para el set definitivo. Están perdidos y la pareja madrileña respira con el olor del triunfo presentido. Un pase en falso a los pares, el otro que envida y un trío de reyes que se vuelve loco y grita ¡órdago! Y pone ojos de brótola cuando se encuentra con el dúplex del náufrago. Game over, dice el titiritero.
Día grande este 14 de julio, cuando el náufrago toma la bastilla y se proclama campeón absoluto del I Torneo de Mus en Alcalá la Real. Una copa y una botella de aceite de la Sierra Sur son los trofeos de un hecho que ya es historia.  Por eso sería conveniente que tomara nota el cronista de la ciudad y escribiera la página de una gesta alcalaína tan singular y meritoria. Con la leyenda “In primo certamine muris Alcalae Regalis, victores Raphaelis fuerunt”. ¡Sublime! 

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