lunes, 9 de abril de 2012

Las despedidas

Le propusieron al náufrago que escribiera algo corto y lírico sobre las despedidas y él sabía que sobre ellas había desparramada una buena siembra de literatura pequeña, y que por ahí andaba entre aforismos, canciones, refranes y cantes. No digamos entre fados, tangos, ranchera y otras músicas de bien gozar y de mal vivir, según le decían a aquel hombre sus abuelos. Y el náufrago escribió esto:

            [Sobre las despedidas hay siempre una tristeza que, como una nube, la sostiene y la amenaza. Se expresa siempre en letrillas de lagrimeo y puchero, las más solemnes, hasta deletrear en desafinada coral aquello de "adiós con el corazón, que con el alma no puedo". Y aflora en ellas el deseo de bondad para con el otro, que nunca se sabe bien si es el que se va o el que se queda. A ver si no:
            "Ojalá que te vaya bien, es lo que te pido en esta despedida
             en vez de despedirme con reproches y con llantos, pido que seas feliz"...!
Como si la felicidad fuese un deseo!

            
El náufrago sabía todo esto y mucho más sobre las despedidas. Y pensaba en algunas despedidas trágicas (eso era la muerte), como la "del sol y de los trigos" de Miguel Hernández, o como la de aquella estrofilla sevillana -copla y mujer- que, mientras mueve su cuerpo moreno en la fiesta, nos dice que "algo se muere en el alma cuando un amigo se va".   '

El náufrago, desde su isla Goleta, sabe que la literatura del tópico ha cubierto la despedida de moho, rocío y pañuelo llorón. De ahí la afirmación popular de que "todas las despedidas son tristes". Por eso quiere reivindicar la despedida alegre o mejor, la alegría en la despedida, ésa que ahuyenta el mal fario del adiós. Porque el adiós -piensa el náufrago- sólo es hasta luego, en otro momento y de otra manera; porque despedirse es  instalarse de otro modo; porque toda despedida anuncia una nueva etapa, y la superación, nunca el olvido, de la anterior; porque sólo se despiden los  que han dado mucho y conservan poco, los que mutuamente se reconocen y los que han aprendido a estar siempre dispuestos; porque despedirse es estar presente de un modo más íntimo y menos notorio, más calmo y menos urgente.

            Por todo esto el náufrago defiende que hay que adornar la ausencia con un  trote festivo, con una sonrisa limpia, o con un beso sincero. La despedida como portal de la ausencia, cuando se goza de la memoria y el recuerdo se instala allí donde, un día, la isla Goleta era un paraíso.
Entonces -dice el Génesis- Adán y Eva fueron echados del edén y, por primera vez, se sintieron desnudos. ..Y vio Dios que esto era bueno.

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