jueves, 19 de abril de 2012

La noche

En el aforismo 342 de la Gaya Ciencia, Niezstche nos dice esto:

.           Cuando Zaratustra cumplió treinta años se alejó de su patria y del lago Urmi y se fue al monte. Allí gozó de su espíritu y de su soledad, sin cansarse, por espacio de diez años. Mas al cabo su corazón se transformó, y una mañana, levantándose con la aurora, avanzó hacia el sol y le habló en estos términos: «¡Oh, gran astro! ¿Qué sería de tu dicha si no fuera por aquella a quien iluminas?
 Hace diez años que vienes aquí, hasta mi caverna; sin mí, sin mi águila y mi serpiente, te habrías cansado ya de tu luz y del camino; nosotros recibimos tus sobres y te bendecimos. ¡Mira! Estoy hastiado de mi sabiduría, como la abeja que ha labrado mucha miel; necesito ver manos extendidas. Quisiera dar y distribuir hasta que los sabios de entre los hombres volvieran a sentirse alegres con su locura y los pobres felices con su riqueza. Para ello es menester que desciendas a las profundidades, como haces por la tarde, cuando te hundes en los mares a llevar tu claridad debajo del mundo! ¡Oh astro desbordante de riqueza! Tengo que desaparecer como tú, tengo que ponerme. Bendice, pues, ojo sereno, que puedes con­templar sin envidia hasta una felicidad demasiado grande, bendice la copa que quiere derramarse, y que el agua dorada que se vierta lleve a todas partes el reflejo de tu alegría. ¡Mira, esta copa quiere vaciarse de nuevo! Zaratustra quiere volver a ser  hombre.»
¡Así empezó el ocaso de Zaratustra!

Fue cuando el náufrago escribió el poema La noche


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