viernes, 8 de febrero de 2013

Canciones de la dictadura

En una mochila de la Goleta, después del último naufragio, ha aparecido un viejo cedé que un compañero de fatigas le regaló al náufrago con motivo de su jubilación. Se trata de una antología de las canciones de la dictadura franquista, distinta -ojo- a aquellas canciones para después de una guerra. En el disco está lo más puro y presencial de las corales juveniles, casi todas con letrillas de marcha y de ripio, aunque se salvan un par de ellas del macarronismo literario de aquella época. La dedicatoria de Alguacil es demoledora:
                     “Canciones para quitarse años y cagarse en su puta madre”

Desde que han aparecido los apuntes barcenógenos manuscritos a plumilla, el náufrago lleva el disco en el coche y lo pone a todo volumen cuando nota que su cabreo se dilata o su aguante amaina. Necesita del ardor guerrero que respiran, del empuje de su ritmo y  de su letanía imperial, que pueden resumirse en la exaltación de la victoria, el perfil del camarada y el pellizco lírico.  No hay pieza musical ni libreto de más inspirados ecos. Ni siquiera le iguala aquel libelo de Villén sobre la Poética del Alzamiento Nacional. Recuerden: dedicado a Pemán y editado en por Cerón “el tercer día de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo del año MCMXXXIX y en el III año triunfal de la España Nacional”. El náufrago guarda ambas reliquias (disco y libro) como oro en paño, así le falte para comer.
La exaltación de la victoria se expresa como sangre bendecida y muerte liberada tras la rutas imperiales de una patria redimida sobre campos y trincheras. El perfil del camarada viste camisa falangista, brazo en alto y prietas las filas, y pasea su alma tranquila henchida de sacrificio.  Y el pellizco lírico que nos dibuja un paisaje de montañas nevadas y banderas al viento, bordando el yugo y las flechas con la mirada claraileja, siempre impasible el ademán y - al paso alegre de la paz- construía un destino en las estrellas …caminando hacia Dios.
Pero nada comparable con los tres enunciados fundamentales: “soy el novio de la muerte”, “volverá a reír la primavera” y “en España empieza a amanecer”. El náufrago se las sabe de memoria, como ya le dijo un día al “Mirón de la Mota”, sí, a aquel socialista de boquilla y de barriga. Insuperable.
Por eso el náufrago ha pensado en grabar una copia para los patriotas gurtelianos quienes, atrincherados en las alcantarillas del silencio, escudan su cinismo y su deshonra (sí, sí, presunta) con la defensa de la amenaza. Para que se enteren de que el náufrago pone estas canciones casi todos los días a todo volumen y -después de quitarse años-  se caga en la puta madre de todos los indeseables. De uno y otro campo, oiga. Después vomita … hasta que de nuevo la música lo lleva por rutas imperiales. Entonces, el faro de Rocadura se enciende y su luz llega al finisterre del mundo.


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