miércoles, 14 de noviembre de 2012

Requiem por una huelga

Ha amanecido un día de sol, después de las intensas lluvias de los últimos días. El campo está de enhorabuena y los olivareros bendicen a los hados que harán posible
la recuperación de las cosechas para próximos años. Hay en el aire un sabor a caramelo y a pan de pastor, como en esos días de euforia recobrada. En el túnel queda grabada la escena del último desahucio, el penúltimo apunte del paro, el nuevo billete del joven desempleado camino de Alemania, la letanía de la crisis cansina y cansada … como un enfermo terminal a base de sintrom.
-¿Ha dicho usted huelga? ¿Huelga de qué?
-¿Cómo que de qué? ¿Está usted en Babia?
Pues, sí; el pueblo de Alcalá está en Babia. No quiere enterarse de lo que hay.
El náufrago se ha dado una vuelta y ha podido comprobar que hay más gente trabajando que ningún día. Hasta ha visto cómo 2 ó 3 comercios que no abren nunca lo han hecho hoy.
-¿Será una huelga de celo?
-¿Y eso qué es?
Asistimos al réquiem definitivo de la lucha y del compromiso. Nadie parece darse cuenta de que cuando vea el mal del vecino el suyo le viene de camino. Hay mucho peseterismo en la respuesta, mucho encogerse de hombros, mucha tela que cortar. Que nos saquen las castañas del fuego otros.

Para este réquiem por una huelga se necesitaba una coartada doctrinal: “No voy porque esta es una huelga política” (sic).
-¿Me puede decir usted qué significa eso de una huelga política?
-¡Hombre, si fuera laboral, quiero decir “social, sí iría.
Cuando al náufrago le llegan argumentos de ese calibre, se acuerda de los poetas vencidos, de los triunfadores de corbata, de la miserabilidad humana, de los himnos gloriosos de la derrota y de los funerales por tanta gente que luchó con dos cojones.
Ha muerto la rebeldía, instalados como estamos en una vida fofa y vegetativa -sin alma-llena de coartadas hechas y vacía de testimonios.
Y todo el mundo ha comenzado a echar balones fuera: que si los sindicatos, que si los políticos, que no hay derecho …
-Oiga, ¿y usted qué hace, además de hincharse de cerveza y poner a parir a los demás? ¿Tiene usted algo que hacer o que decir en esta crisis que terminará con todo lo que usted está disfrutando, probablemente sin haber hecho nada por conseguirlo?
Con este réquiem el náufrago quiere entonar el R.I.P. por una huelga, es decir, por el entierro del compromiso social. De nuevo vuelve el grito de R. Alberti cuando pregunta en el poema:
    "¿Es que en los campos y las tierras andaluzas ya no hay nadie?
El náufrago está muy triste … ¿qué tendrá el náufrago?

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