lunes, 15 de octubre de 2012

Atardeceres

El atardecer es ese momento boreal que conjuga la belleza de lo que ves
con la emoción de lo que sientes. Para mí todo atardecer es poesía y conciencia.
La poesía que, como huella de pie, se ahorma en la conciencia y allí se crea y te destruye. Y se enfría y te enciende, una vez que los últimos quejidos del gran sol se esconden a lo lejos. Y se desliza suave para morderte luego. Y se sienta a tu vera para terminar echándole tu culo. 
           A veces el náufrago se recita aquellos versos de su poema:
                         Dulce y tierna a la vez,
                         fresca y suave,
                         nos mordió la manzana
                         de aquella bellísima parábola”   
                                              (Versos de tierra)



En este otoño viejo, en mi mes preferido -octubre- acostumbro a fumarme un cigarrillo en la terraza del Europa-15, lejos de la Goleta. Al frente la Mota vigilante, espectral a veces y a veces clandestina, dando el brazo al rosicler de la cañada me recuerda el acantilado de Rocadura, pero sólo a veces; otras me echa en cara el escondite de la noche que llega para enfrentarme al miedo.  Al frente, digo, cuando un prado de nubes picotea los atardecidos cerros de la tarde. ¡Octubre!
[ …  ] que uno tiene para sí su propio fetichismo y su propia creencia o su propio volapié.
 Y el mío es octubre. Es mi mes, mi cronología, mi talismán y mi tiempo; mi inventario.
Este mes de lagares y de zumos, de primeros fríos con ventolera y leves constipados, de cutis cárdenos y zapatos de goma. Este mes de lagartos a la recacha en las quemadas aceras de la baixa lisboeta, de armarios a la generala y arcones en zafarrancho. Este mes, ya digo, es mi tiempo].
                     (Meditaciones del ego)

En este día de desfiles militares, cuando todo es silencio y nadie te distrae. Siempre en los atardeceres, el náufrago poeta se esconde en su conciencia y renueva su deseo de Almunia… mientras el atardecer se le echa encima.

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