martes, 10 de septiembre de 2013

Spanish people

La eliminación de la candidatura española a las Olimpiadas 2020, a las primeras de cambio, ha sacado a la luz algunos modos y maneras de ser de los españoles que, aunque conocidos, han tenido ahora su evidente evidencia. Al náufrago se le ocurre una pregunta previa y elemental: ¿Quiénes decidieron vendernos el humo de que éramos la candidatura preferida y la mejor colocada para ser elegida por el COI? ¿Por qué se nos mintió y por qué todos los medios se apuntaron a una difusión tan gratuitamente fraudulenta? ¿Qué datos objetivos tenían los que echaron las campanas al vuelo para vender la piel antes de la caza del oso? Nos quisieron vender la derrota como sorpresa, cuando todas las encuestas, baremos y medidas hablaban de Tokio -¡seis meses antes!- como la candidata ganadora. Hubiera bastado asomarse a la prensa internacional. Pero alguien, o algunos, pensaron que había que alimentar una ilusión colectiva, no sabemos por qué y para qué, aunque es fácil de imaginar. Y convencieron a todos los Spanish people. Hasta se llegó a asegurar un número determinado de votos comprometidos que garantizaban la elección de Madrid, prácticamente sin rivales y en primera ronda. La realidad es que fuimos los últimos. O la delegación española fue engañado “inocentonamente” o mintió. Despiste monumental que fue explicado al Spanish people como tongo olímpico, traición de votos, perversión oculta, conspiración invisible, favoritismo inexplicable y la coletilla de “el COI no nos traga”. Lo de siempre: cuando ganamos es porque somos los mejores y, cuando perdemos, la culpa la tiene el otro. Llegan a la Goleta crónicas y cronicones. Por supuesto que la candidatura no tenía ningún fallo y nadie lo había hecho mal. Todo había sido estudiado hasta el último detalle y todos los representantes de la delegación española habían estado estupendos. Hasta el delirante discurso de la alcaldesa de la villa, en un macarrónico inglés aprendido de memoria para la ocasión, fue calificado de natural, sencillo y familiar, conscientemente construido para dar sensación de cercanía campechana. En plan relaxing of amiguetes in the Plaza Mayor. Los Spanish people somos así, los mejores, porque lo decimos nosotros. Nos creemos que los demás nos ven como nosotros nos vemos, en una muestra de narcisismo difícilmente superable. Ya lo dijo José A. Primo de Rivera: “ser español es una de las pocas cosas serias que se pueden ser en el mundo”. Y cuando en alguna ocasión (o en muchas) somos realmente superiores, lo expresamos con humillante altanería y chulesca retórica, despreciando casi siempre al adversario. El náufrago ha oído a los zampabollos (periodistas futboleros) hablar de superioridad manifiesta, no hay color, se nota la diferencia abismal, llegará la goleada, mientras que los contrarios no tenían entidad, eran segundones malos, jugaban como pipiolos y era imposible cualquier comparación. Sacamos el pavo real y no hay manera. Pero cuando perdemos siempre hay un penalti, un gol anulado o una tarjeta roja que nos ha perjudicado “porque el árbitro es un hijoputa”. Y luego el ditirámbico botafumeiro al príncipe Felipe. De lo cortés a lo cortesano. Espectacular, persuasivo, solvente, cercano, ejemplar, directo, sólido, impresionante y oportuno han sido algunos calificativos que le han dedicado, además de eso de lo de los tres idiomas. ¡Qué mérito! Habrá en España cerca de dos millones de personas que hablan tres idiomas, así que no le veo la singularidad. Y con bastante menos medios. Se reunió hasta última hora con miembros del COI para ganar votos. Pues está claro que fracasó, piensa el náufrago. ¿Es esta manera de no saber ganar y perder algo consustancial a los Spanish people o es producto de una mala educación secular?

No hay comentarios:

Publicar un comentario