martes, 12 de junio de 2012

EL GRITO

En ocasiones llega a la isla de la Goleta un delfín con forma de sirena. El náufrago lo sabe porque lo anuncia el mar con la inmensa sonrisa de sus olas. Él está en las rocas de la playa, perdido y desinflado, cuando el agua y la sal -en remolino- brincan y juegan con el perfil de la brisa en su silueta. Es entonces cuando al náufrago se le ilumina el mar, testigo de un bautizo de agua con sabor a besos.
La tarde -indescifrable- caía lentamente sobre el mascarón del Corpus, junto a Juan Salvador Gaviota y los albatros.
-Horroroso el Grito de Munch, había escrito el náufrago, a pelo con el consumo de los intelectuales. Y un debate nocturno engrandeció la noche. ¿Horroroso de horror, de calidad, de rabia … tal vez de muerte? 91 millones de € por el horroroso Grito de Munch, repetía el náufrago.



La Goleta tiene un rincón tropical en donde se cambia la piel de las sirenas. Por allí aparece el náufrago, de vez en cuando, para tomarse un espeto con papaya. Bella y frugal, eterna, la sirena, antes de meterse en las aguas, se despide con un adiós blanquinegro, dejando el mar herido y naufragado.
Dicen que las hormigas emiten unos gritos tan agudos que si el oído humano los percibiese nos volveríamos locos. El náufrago lo sabe.
La noche llega tarde, se alarga, se engrandece allá por los peñones del leve rompeolas. Y en la mañana nueva, un grito nuevo acude mientras -quieto y temprano- el náufrago  se apura su ración matutina, verde nilo café. .. Como el grito de Munch.


1 comentario:

  1. bella coincidencia decontenido entre el pintoir expresionista y este grito sexitano, y mejor la intercomunicación prosística del Náufrago

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