lunes, 18 de junio de 2012

Corazón de tiza

Suena Spinetta con su "corazón de tiza" y toda la roca oeste de la isla acompaña al son de la balada. Un intenso celeste refleja la sombra de unos buitres blancos, venidos tal vez por el olor a música.
Muchacha, ojos de papel, adónde vas// quédate hasta el alba//
Muchacha, pechos de miel, no corras más // quédate hasta el día.
Sueña un sueño despacito // hasta que el aire suba al sol.
            Spinetta ya murió, picado por un buitre convertido en culebra. Le avisó una meiga con todo el mejunje del conjuro prendido en sus pestañas, pero Spinetta se encogió de hombros y se tragó el veneno.                                                       

Eran tiempos de junio en la Goleta, así que pronto vendría el verano presumido con su olor a sobaco y bronceado playero. El cansancio asomaba también por las veredas de los saludos viejos.
Muchacha, voz de gorrión// tu tiempo es hoy.
Y no llores más, muchacha//, corazón de tiza//
cuando todo vuelva // a tomar su color.

La metáfora del corazón de tiza, una de las más bellas que había oído nunca el náufrago,
le devolvió el misterio de los sueños. Por eso quiso unirla a la fábula de los buitres blancos … porque las flores también  pueden morir en primavera, como pasa en algún relato de Kafka.
            Al náufrago -todos los días- se le viene a la memoria la primera vez que oyó “corazón de tiza”. Fue en la barra del O Beirao, una tasca salpicada de morangos en los altos de la Alfama de Lisboa. Pero no la cantaba Spinetta, sino una voz con timbre de fado.
Desde entonces, cada vez que la oye, las algas de la Goleta se ponen en celo entre las rotas palabras de la arena. Es entonces cuando aparecen los mudos fantasmas sacudiendo el espejo de las aguas. Porque así estaba escrito -infalible- que se le acababa la lumbre.
El náufrago intentaba desgravarse esa música y entonar un nuevo canto, pero el “corazón de tiza” lo visitaba contra viento y marea.


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