viernes, 18 de abril de 2014

Viernes Santo

Mar adentro, azul; el verde entre las rocas; amarillo en el aire de los soles; blanco blanco en el lirio, marrón en las laderas; grises ceniza, grises plata, grises humo, grises y grises en las plantas de los siglos; rojos ardiendo en los cuerpos de la playa; de negro la negrura de los viejos tesoros escondidos … Mar de agua en la piel, salina entre tus labios, acidez en el horno de los vientres, ojo en la noche, sonido en los silencios … Ni un clarín de corneta, ni un pestiño en la boca, ni un suspiro “jesús”, ni una saeta, ni un vía crucis de fiesta doloroso, ni un pellizco en el alma, ni un mordisco, ni una marcha real en las esquinas; ni una tibia y verbal jaculatoria, ni unos golpes de pecho, ni una rosa en los dedos del difunto … Viernes Santo. En la Goleta amaneció la vida con un canto de sirenas al lado de las rocas. El agua devolvía la lentitud de las horas, el respirar de la mañana, la quietud de la isla. Con desgana cansina –lentamente- el náufrago fumaba una pipa de mimbre, allá en los aguacates, en donde el viento se frena para conversar un rato. Vino luego la tarde, zalamera y virgen, con su caracol de nácar, a sentarse en el faro de Rocadura. Y el almirante Nelson, y la varada sirena, y el asardinado isidro con sus espetos … Vinieron gentes del arrecife por los cercanos bancos de peces, y las mujeres sin dolorosas, y nazarenos resucitados sin las espinas ni los cilicios. El Viernes Santo se deshacía de sus mentiras y sus barrocos, de sus angustias y sus misterios, de sus trompetas cantando himnos de militares.


 El náufrago leyó el principio del Génesis, a modo de oración … y vio Dios que era bueno. Se acostó con la paz de un Viernes Santo íntimo y placentero. Fue la madrugada quien le dio la noticia de la muerte de García Márquez. Entonces empezaron a oírse algunos párrafos de El relato de un náufrago, como un canto último, como un responso laico que convirtió la Goleta en una nueva Macondo. Sólo el enano de la venta, disfrazado de penitente, se escondía entre las algas submarinas, agachado y ebrio, como una rata marina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario