viernes, 11 de abril de 2014

Un río de alcohol

Un río de alcohol. Éste era hoy el titular en la prensa de Jaén. “Un río de alcohol y de alegría inunda el recinto ferial de Jaén”. Un río de alcohol.
La bella metáfora (nuestras vidas son los ríos) se aplicaba a la gran noticia del día: la fiesta de la primavera que la juventud había celebrado la noche anterior. Un río de alcohol y de alegría.
El náufrago la leyó mientras desayunaba en el Rano ´s bar, a muchos kilómetros de la Goleta, esa isla inexistente que -como la tierra de Jauja- sólo existe en el u-topos de la imaginación creadora. Y se le atragantó la tostada de aceite virgen extra.

El náufrago había leído (no recuerda dónde) que en las orgías antiguas, las heces de las córfulas escrapulaban la gallofa y  una nube de mastroncios, con sus fauces inmundas,  reventaban de mosto los odres del sórdido banquete, mientras las danzas de furias y bacantes apestaban con sus flatulentos yungros.  El juglar llega a afirmar que  llegaban a esquilorciarse en la síntesis del prono y –cuando esto ocurría- “había un agio omnímodo de estratos que invadía la estancia en perifurcis”. Como en Jaén.


¿Se imaginan, amigos y amiguetes, el alcohol y la alegría inundando el llano jaenero para celebrar The spring ´s arrival? ¿Qué alegría, la de los mastroncios o la de los yungros?
Pero algo debió fallar, porque no todo fue feliz en la mágica noche escrapulina. Y es que consiguieron convocar sólo a 8000 personas. A años luz de Granada a la que llevan varias primaveras queriendo batir. Y es que la de Granada no es un río de alcohol, sino un amazonas, que siempre hubo clases.
El náufrago sólo quiere dejar escrito su rechazo total y absoluto a este tipo de celebraciones. Y por mucho que venga ahora el sociólogo redentor de turno y le diga que qué van a hacer, que bastante tienen con el paro, la falta de salida, que es otra forma de rebeldía … y que para eso son jóvenes, al náufrago no lo van a convencer. Jóvenes sí son, ¡y tan jóvenes! que  el 74% de los inundados por el río del alcohol no pasa de los 16.
El náufrago recuerda su infancia y juventud, hostia va y hostia viene, puchero mañana y noche, negrura de día y día de negrura, y con una conciencia remordida cada vez que se hacía una paja porque, no sólo era pecado y te ibas al infierno sino que, además, te vaciaba la inteligencia. Y no había ningunas inundaciones de ríos y de alegrías primaverales. Compárense las dos juventudes, la de antes y la de ahora.
En la Goleta siempre brilla con luz propia aquella columna de Hércules en donde puede leerse ¡Plus ultra! Y más allá está la aventura, el descubrimiento, la curiosidad por el saber y el faro de Alejandría, aquel que no inundaba ningún río de alcohol, sino que iluminaba un mundo sin fronteras como una nueva forma de diversión y goce. Lo contrario que en Jaén.
PD. No se desanimen los primaveros jiennenses. Sigan con fe y puede que algún año su fiesta de la primavera gane a la granadina. ¡Sería magnífico! Todo un reto para Jaén.

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