miércoles, 12 de junio de 2013

Himno Nacional

Sabido es que los himnos son símbolos, lo mismo que las banderas, escudos, estandartes, etc. Pero son símbolos apologéticos, de realce y panegírico, de piropo y de abolengo. Como todos los símbolos, la relación entre realidad e imagen es totalmente arbitraria y convencional. Los colores rojo y gualda de nuestra bandera nada tienen que ver con la realidad España; podrían haber sido el verde y el morado o daría lo mismo que el color lila sustituyera al amarillo porque, qué más da un color que otro. Si se dice que el amarillo representa el paisaje y la riqueza de nuestros trigos, pues bueno, pero también podía haberse convenido el azul como metáfora de la claridad y de la luz de nuestros campos, o el verde de los olivos y el rosa de las naranjas.
Pero con los himnos cambia  la cosa. Las palabras -que forman las letras del himno- son los símbolos más universales y expresivos. Si no le pones letra a un himno, no sólo disminuye ese carácter simbólico, sino que limitas el ritual exigido por el canto.
El expresidente Aznar, un intelectual de casta y de currículo bravío, se dio cuenta de ello y, convencido de que llegaría a ser el mejor presidente de gobierno de la democracia, propuso al poeta Jon Juaristi que creara una letra para el himno nacional que, como se sabe, no tiene letra, o sea, carece de palabras. Sólo admite onomatopeyas (chin-da chin-da ta-ta-ta-ta-ta-ta chin …), pero el valor expresivo de la onomatopeya es el ruido, como no se le escapa a la atinada y rica precisión filológica del expresidente.
La invitación a Juaristi respondía, no sólo a la necesidad de dotar al himno de España de un letra oficial para protocolos y desfiles, sino que alejaba bastante más: había que expresar en un himno el ideario nacional. Porque  todo himno debe  ser el reflejo resumido de un ideario que contenga algunos valores de  la sociedad del momento. Por eso deben cambiarse algunas letras, sobre todo si expresan conceptos o principios que ya no tienen sentido. Ha habido algunos intentos fallidos que ya quedan escritos en alguna que otra  página grotesca, pero bueno …
Sin embargo el intento de Aznar sí tuvo éxito, así pues, el poeta puso atención y devoción al encargo y se lo llevó a don Josémaría. Aquí tiene usted. Y ocurrió que Aznar había pasado a expresidente tras la sorprendente victoria electoral de Zapatero. Tuvo por tanto que guardar el himno en un cajón, como el arpa de Bécquer, “de su dueño tal vez olvidado”.
Pero un día de cielo marrón y viento de calostro, cuando el náufrago preparaba la Goleta, le llegó un cable marino con el titular de la Gaceta, periódico de recio pedigrí “nasioná”, en donde se incluía la letra del canto hispánico.
El náufrago lo leyó con avidez en posición de firmes y en el primer movimiento del saludo. Y presentando armas, como corresponde al espíritu militar de nuestra raza, hubo recitado coral:,
Canta, España, // y al viento de los pueblos//  lanza tu cantar:
hora es de recordar // que alas de lino // te abrieron camino
de un confín al otro del inmenso mar.
Patria mía // que guardas la alegría // de la antigua edad:
florezca en tu heredad, // al sol de Europa //alzada la copa,
el árbol sagrado de la Libertad. 
Como verán, de nuevo se resucita la idea del imperio. Lo que no entiende el náufrago es la metáfora (muy bella por cierto) de las alas de lino. ¿Serán las velas de las naves descubridoras? Y la alegría de la antigua edad, ¿de qué edad y de qué alegría? Aunque la gran mentira se encierra en ese brindis por Europa. ¿El sol de Europa? ¿Se lo cantaron ayer a Aznar en el Club Siglo XXI? 
Pero deben faltar estrofas. Si alguien lo tiene entero que lo mande urgente a la Goleta. Se le gratificará. 


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