lunes, 3 de junio de 2013

Como una viga

Debió ocurrir hace 6 años por el mes de octubre, porque el náufrago -que todavía no era náufrago- había ido a las fiestas del Rosario en Fuente Álamo. Por primera vez había perdido al dominó y la noticia corrió como un rayo por los campos de olivos y sierras del lugar. Se había asistido, sin duda, a un hecho histórico que –probablemente- no se vuelva a repetir jamás. Rápidamente se convirtió en la comidilla del Centro Social de la aldea. Todos celebraban la derrota “a nivel de” dominó y hubo quien la comparó, más o menos, con la  renuncia del Papa Ratzinger, un suponer. Por eso la gente tomaba cubatas y chupitos con especial alborozo y verdulero cotilleo. En esto que llega el cura y, dado el tono festivo y puñetero de la reunión, cuenta no sé que bordería sobre una botella vaginal.
Cabreado que estaba el perdedor por la derrota (32-31 con un cierre de 11), al oír el relato calentón del cura, entendió que tendría licencia eclesiástica para expresar en voz alta ese brindis que suele hacer en situaciones jocosas. Con las copas en alto, después de lamentar el que le hubieran ahorcado el seis doble, exclamó: “Que el Señor nos bendiga y nos dé una polla como una viga”.

Naturalmente, el cachondeo subió de tono y, después de las primeras risas, el personal empezó a comentar el sentido y la “filosofía” del brindis. ¿De verdad era eso bueno?, ¿como una viga?, ¿sería buen deseo tal cosa? Naturalmente, si se refería a la dureza de la viga sería acojonante,  pero … si aludía al tamaño, evidentemente no. Una viga es mucha viga, sentenciaba Paco Martín, que todavía no era Paköma. Y además, ¿qué coño es capaz de aguantar una viga?, remataba Antonio López, en la actualidad Alolive.  Mucho más recatada, por eso es soltera y sin compromiso (que se sepa), aclaró una dama: “hombre, depende de la viga”. 


 El náufrago ha recordado esta simpática y bullanguera escena y -ya en la Goleta-  se puso a meditar sobre “el caso de la cosa”. Y ha llegado a la conclusión de que ese brindis, que parece tan aparente y gozoso a primera vista, tiene mucha más tela que cortar, a pesar de lo que diga el tío Gafotas.
Efectivamente, la primera lectura del brindis nos relaciona la polla con la dureza y el tamaño de la viga y, dado el culto fálico a la erección y a la medida, se convierte en un reclamo inmediato. La metáfora de la viga se interpreta automáticamente, de ahí su risa general y su aplauso, sobre todo el del cura. Pero si nos adentramos en otras características de la viga, a lo mejor no es tan bueno tener semejante traste.
Basta con acudir al diccionario de la Real Academia y veremos que la palabra “viga” también se refiere a  “hierro de doble T”,  “pieza arqueada de madera o hierro” y “prensa de gran madero horizontal articulado”. ¿Se imaginan ustedes el dibujo de la tal picha o minda como doble elefantiasis, arco en punta o polla troceada? ¿Cómo hacer el “arto sersuá” con semejante geometría?
Si le aplicamos las connotaciones semánticas que tiene (“porción de aceituna molida”, “la que solo está sostenida en sus extremos” o “la que tendida sobre pilares o columnas, sirve para sustentar cuerpos superiores”), a ver, díganme cómo se puede hacer el “coite”.  Y si nos damos una vuelta por el sentido figurado y coloquial de la viga, nos encontramos con “estar contando algo distraído” o “estar mirando el techo, suspenso o embelesado”. ¿Se imaginan una picha distraída y vaga que se queda embelesada -de manera contemplativa- sin entrar en faena?
Así que no es tan deseable un brindis de ese estilo y contenido como parece a primera vista.
Por eso el náufrago prefiere  aquel deseo que, por lo bajini, le hizo el tío Gafotas al cura:
            “Don Benigno, nada de vigas, lo bueno es tener una que parta almendras. 

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