martes, 3 de julio de 2012

Paña - Paña - Paña

No sé si se habrán enterado ustedes de que España ganó a Italia por 4-0. Me refiero al fútbol. Lo digo porque la noticia ha llegado hasta la Goleta a través del astrolabio que hay en la roca del Laberinto, ese artefacto que comunica la isla con el orbe terráqueo. Aquí sólo llegan las noticias cosmogónicas, o sea, aquellas que partiendo de la galaxia NHv27803, interesan a todo el universo planetario. Y así ha sido.
Se notaba en la Goleta el impacto de tamaño notición, porque el pez corifeus y la planta crisántica se presentaron para felicictar al náufrago con el canto plúmbeo de “Oéee, Oéee, Oeeé/Óe, Óe/ Oéee, Oéee, Oéee / Óe, Óe … Y así todo el día, a todas horas, a toda marcha … La radio, la tele, la barra del bar, el supermercado, la oficina, el INEM, la manifestación sindical, el tajo, la playa, la prensa, el feisbuk, la santa misa … Sólo un grito repetido: ¡Paña, Paña, Paña!
Pero, ¿por qué no dicen España?, se preguntaban en la Gaceta. Y ella misma se contestaba: “Estos separatistas vascos y catalanes que le quieren quitar la “es”. Y añadía: “A ver si se enteran la Merkel, el Hollande y el Monti. Lección a Europa”.
Cuando el náufrago lo oyó, sabía que pasaría un  día de perros. Y no es que no le gustara el furbo de la selersión, qué va, disfrutaba con las fintas del Iniesta, el tikitaka der Xavi y los paradones del Casillas. Él mismo había sido un futbolista de tronío (en otros tiempos menos planetarios, desde luego). Prueba de ello es que enchufó el astrolabio a las ondas magnéticas, sabiendo que el partido le llegaría por la emisora Galaxia XY7.
Se alegró mucho y disfrutó con todos los comentarios postpartido: la unidad patria, el espíritu de equipo, la lección europea, la perfecta conjunción, la serena y brillante belleza del deporte (salió también Nadal, Gasol y el Bizco Aguaico)… Toda la gesta balompédica había sido única, catatónica, inmensa, telúrica, tribal, inenarrable, o sea, indescriptible, indescifrable, incuestionable, irreversible e irrepetible …

Al entrar a la cabaña se dio cuenta de que le habían puesto una multa, exactamente a las 8,55, cuando Silva marcaba el primer gol. A esa hora sólo debía de estar trabajando en la galaxia el policía que se la puso.
Ayer lunes, después de la gesta de la Roja, la isla había amanecido con un color rojigualdo y en las aguas -lo juro por san Cucufate mártir- podían verse cada cuarto de hora los goles de Silva, Alba, Torres y Mata, allí, traídos por las olas, como en volandas, haciendo fiesta con los peces, las medusas y las algas remolonas.
Pero cuando oyó lo de la Gaceta, el náufrago no tuvo más remedio que tirarse todo el día gritando: ¡Paña, Paña, Paña! y “Soy pañol, pañol, pañol! para que se cabrearan todos los gaciteros.  Y porque mañana será otro día.

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