miércoles, 4 de junio de 2014

Un rato con Blecua

Hizo un driblin en Capuchinos mientras hablaba la Sra. Cuesta sobre la fábula esópica en el Libro de Buen Amor y se encontró con el náufrago, que desplegaba las alas del faro de Rocadura para asistir al IV Congreso sobre el Arcipreste.
Mar adentro, el náufrago había dejado una pesca de mariposas vírgenes que -desde el alba-
estaban apareciendo entre las rocas. Las 6 p.m. serían cuando aquel hombrecillo se fundía en un abrazo con el náufrago. Era Alberto : delgado como una mimbre del Bacotón, coloradote a la manera de un rosado salmonete fresco, algo “escuchimizao”, vacilante y débil como una hoja de otoño en la ventosa Dehesilla, ágil de memoria y lento en sus andares, preciso en sus citas textuales y remolón en los detalles … Alberto Blecua.
-         Hombre, señor concejal, ¿sigues escribiendo? … Vamos a tomarnos una copilla.
-         No bebo, pero con mucho gusto te acompaño.


Y así fue como el náufrago pasó un rato con Blecua, catedrático de la Autónoma de Barcelona, a quien el Congreso le dedicaba un merecido homenaje.
Fue un rato excepcional. Blecua es un conversador inacabable e inabarcable. Cervantes, Lope, fray Luis … Hablar con él es repasar la historia literaria de los siglos de oro. El dato atractivo, la anécdota sorprendente, el apunte misterioso, el erudito comentario lo hacen portador de una amena y enciclopédica sabiduría que hilvana con las chupadas intermitentes al eterno cigarrillo
que amarillea sus dedos. Alberto Blecua te pregunta pero no te deja contestar, te mira pero no te ve, hace como que te oye pero termina por no escucharte. Habla y fuma, gesticula y bebe, suspira y al mismo tiempo fuma y bebe, o tal vez bebe y fuma aromando su monólogo compartido.
-¡Por favor, otro whisky!
Han pasado dos horas y el náufrago no ha abierto la boca. De pronto, Blecua fija en él sus ojos,
saltones como brótolas, y dice:
-         Ya no hablo tanto como antes, me canso mucho. Anda, dime tú algo.
Fue entonces cuando el náufrago vio la veda libre y se lanzó a hablar del momento que vive la cultura en España. Habló de humanismo, de tolerancia, de compromiso … Blecua escuchaba, ahora sí, con la atención insólita de un alumno principiante. Seguía fumando y bebiendo, gesticulando y bebiendo, mirando a todos lados y bebiendo.
El náufrago lo llevó a la cabina de Rocadura y le dio el Sonetario 52. Blecua lo abrió y se encontró con el poema 34. Lo leyó en voz alta, tiritón y solemne. Cuando llegó al primer terceto su voz se hizo sonoramente mimosa:
           … Aquí y allí los dos, allí mi vida // devorando de aquí, de allí prendido //
              aquí te amo allí, aquí dolido.
-         Sigue escribiendo, muchacho, por favor… no lo dejes.
Y el náufrago pudo ver cómo se le escapaba una lágrima. Luego, se metió en Capuchinos para oír cómo lo piropeaban. 




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