miércoles, 15 de mayo de 2013

Pestiños de san Isidro

Desde la Goleta puede verse la mole amistosa de la Parapanda y, a su derecha, la silueta trapezoidal del cerro del Camello, ese vigía montañoso que mira a la luna nueva con su cara de niño celoso y enamorado de la redondez maquilera de la Tijeta. El paisaje que se divisa es de una belleza exultante y presumida que, eróticamente, se muestra fértil y ubérrima, como una novia recién desvirgada.
Supongamos 15 de mayo, fiesta de san Isidro labrador, aquel pío varón y algo vaguete que mientras rezaba debajo de un chaparro se producía el milagro de que la yunta -sola- araba la tierra. La iconografía rural es testigo de semejante lance, sólo comparado con el de otra santa campesina, María Goretti … pero ahora no viene a cuento. Déjese para otro día.
Ahora el náufrago quiere ofrecer a sus lectores una leyenda probablemente falsa, como todas las leyendas, pero también de obligado cumplimiento, como todas las tradiciones. La leyó en un incunable del siglo XIII, cuando iba camino de san Millán de la Cogolla, en visita preparatoria para su ingreso como abad y -parece ser- que está muy ligada (la leyenda) a las peregrinaciones jacobeas. Lean:

“Ocurrió que un peregrino, haciendo el camino de Santiago desde Al-ándalus, tal vez desde la villa Nova Eremitensis Civitas (la actual Ermita Nueva), y después de andar 5 días seguidos con sus 5 noches, paró su carreta junto a los pinos del coto de la Pradera Madritensis, y allí se encontró con Isidro, un aldeano que -a la sazón- cultivaba los trigales y viñedos de la zona. Bueno, el cultivo lo hacía la yunta porque ya queda dicho que Isidro era más bien amante de la siesta y el botijo.  Allí se estaba en la gloria, de ahí el nombre de Campoameno que puso a uno de sus vinos.
Isidro y el peregrino se pusieron a hablar y pronto tomaron confianza. Después de varios tragos alternativos y el manduque de alguna que otra morcilla tocinera -todo dieta y ecología- el peregrino le dijo al santo:
-Oye, Isidro, ¿no tendrás por ahí un pestiñico?
El santo se quedó de piedra. -¿Pestiñorum postribus?
            -Es un dulce muy rico que se hace en mi tierra (la actual Ermita Nueva) como postre de fiesta. Se coge una harina refinada, se fríe con azúcar y se le da un pellizco a la masa para que tome forma de coño, luego se … etc… etc.. 
De súbito, levantóse presto el peregrino.
-Como castigo por no tener pestiños me llevaré la yunta, dejarás de rascarte los "güevos" y tendrás que ponerte a trabajar como un campesino de verdad.
-!Oh, miserere! !No faga iso vuesa merced, ora pro mi, porfa plis!, contestó Isidoro, mezclando el latín de los cristianos con el cheli medieval.
[...]  Al incunbale le falta un par de folios. Se supone que Isidro se lo contaría a su mujer, María de la Cabeza, otra santa. Sea como fuere, lo cierto es que dos horas después llegó -gentil y tímida- con un perjil lleno de pestiños.
¡Jamás se había visto un milagro más grande por aquellos parajes!, según cuentan las crónicas. El peregrino se hartó de pestiños e incluso se llevó un par de kilos para Santiago de Compostela. Y los santos esposos, que no habían probado manjar tan casero y tan exquisito, “pusiéronse asaz cachondos et fizieron magreantes fechos corporalis”.

Por eso el náufrago se sorprendió de que no hubiera pestiños en la fiesta de Ermita Nueva. Habló con su alcalde pedáneo y le dijo que era intolerable que no se respetara una tradición tan antigua y tan libidinosa. Pero don Antonio desconocía la leyenda del manuscrito.
Y le prometió al náufrago que, a partir de ahora, esta leyenda formará parte de la tradición histórica de la villa y, en su recuerdo, todos los años se incluirá en el programa oficial de fiestas lo que se llamará “Reparto de pestiñada”.
Estaba por allí el concejal de cultura, conocido por su gran afición a ritos y santorales,  y propuso que la pestiñada se extendiera a todo el calendario  festivo de la comarca de la Sierra Sur y aconsejaba que se siguiera la receta del Ecce-homo, sin duda la más rica de toda la zona.
El náufrago cree que estamos ante un hecho histórico: la recuperación de la vieja y olvidada tradición del pestiño de san Isidro ya que, probablemente para el año próximo, la existencia o no de pestiños en las fiestas de las aldeas será un dato a tener en cuenta para la concesión de subvenciones.

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