jueves, 9 de agosto de 2012

Desde el Rosalejo

A veces el náufrago sale de la Goleta y cambia el paisaje de espuma de la Rocadura por el agrietado campo del Rosalejo. Sus pies desnudos se cubren con la sandalia beduina y su taparrabos se convierte en bombacho de hilo. Conduce Alolive, conocedor de todos esos parajes y andurriales presididos por los cerros de la Mercé, el Tablero y Juanil. Nos dirigimos a la finca de Peme-Erre y, como señor terrateniente de haciendas agrícolas, enhebra un cálido verbo que describe con precisión y fuego: “todo esto es mío”.
El náufrago es de los pocos alcalaínos que no tienen ni un olivo y como hombre de mar no conoce la lenta y mimosa tarea del anónimo agricultor que –silenciosamente- escarba las entrañas de la tierra para hacer de ella lugar de sementera. Por eso observa el artesano riego dado por Alolive, el gran maestro de la agricultura. Lo hace con la suavidad de una mano enamorada, como si acariciara las secas raíces de los terrones, sabiendo que cada gota engendrará la semilla nueva, como el esperma de los elefantes.



Los frutales de Peme-Erre darán pronto ciruelas, cerezas y albarillos, y tendrán el sabor  de los amigos y el olor de la faena bien hecha. Hace un sol de infierno. Allá en los altos la almenara de la Desilla vigila la escena, como un pan maquilero en agosto.
Cuando días después se comieron un choto, hablaron de lo divino y humano e informaron al náufrago de las últimas noticias. Paqui -la mujer de Alolive – nos ofreció su casa y su sonrisa velada siempre por el misterio. Se fue la luna, de pronto, como si un manto oscuro cubriera la noche en la Ribera, entre la paz de los campos y el ajetreo de la ciudad en Festivales,
El Rosalejo quedó en la memoria del náufrago, junto a la mañana vivida. Y el náufrago quiere grabarlo en esta página para que, cuando los ecos del verano lo despidan a su isla de la Goleta, quede siempre la memoria del Rosalejo en las olas del mar de los fenicios.
El día terminó con una fría cerveza y unas manos unidas. Acechan los lunes rojos de septiembre

1 comentario:

  1. precioso, lirico como las sandalias de beduino y lleno de intriga y misterio como el pandero de la luna que se asomaba por el Velillos.Gracias, pro revivir aquellos días.

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