martes, 19 de marzo de 2013

El Poyete

Es ésta la entrega 103 de estas crónicas del náufrago y se ha cumplido ya el primer año de la aventura, desde que el 2 de marzo de 2012 apareciera aquel saludo por el que se invitaba  a “ otros náufragos, o celestinas, o solitarios, o segismundos, o aventureros, o lazarillos, o robinsones, o tenorios, o puntos suspensivos … a unirse con placer y complicidad”. Demos por concluida, pues, la 1ª fase de este naufragio e iniciemos su 2º viaje. Y para ello el náufrago quiere introducir un nuevo espacio en la Goleta: el espacio del Poyete.
            La palabra “poyete” no está en el DRAE porque, al ser derivada, no debe incluirse.Vamos, pues, a “poyo”: “banco de piedra, yeso u otra materia, que ordinariamente se fabrica arrimado a las paredes, junto a las puertas de las casas de campo, en los zaguanes y otras partes”.
El náufrago va a añadirle un nuevo significado. Poyete: superficie dura y fría junto a las almunias de la Goleta desde donde se divisa una pequeña terraza-solarium por la que, de modo intermitente, asoma la sirena, permitiendo ver su pezón efervescente. Junto al faro de Rocadura, el Poyete será -a partir de ahora- el lugar alternativo y pendular de toda la vida del náufrago. Dos espacios de la Goleta que marcarán su territorio y su camino, su ruta y su hospedaje. Pero serán distintos.


El Faro será la luz, el lugar desde donde el mundo lejano se adentra en la conciencia del náufrago, mientras el Poyete será el tiempo de la espera, el lugar donde el mundo próximo se convierte en corazón. Un lugar para la idea y un lugar para el sentimiento. Faro y poyete son los dos símbolos, el uno de la vida intelectual y el otro de la vida sensitiva. Las dos caras del náufrago, las dos experiencias, las dos cárceles que encarcelan su doble escritura, una hacia la verdad de la idea, para la crítica y con la cabeza; la otra hacia el sentido del amor, desde el silencio y entre las piedras. Apuntando hacia el cielo, el Faro imagina paisajes en la altura, como el vuelo de los cóndores mientras, siempre a ras de tierra, el Poyete pisará los charcos de la realidad.  
Cuando el náufrago está en el Faro aparece el dominio de la escritura, de la creación, de la idea. Cuando se sitúa en el Poyete sólo asoma la incertidumbre, el grito, la abulia. Los dos espacios se sitúan en la Goleta con la misma fuerza y con el mismo derecho, con la misma legitimidad y con el mismo argumento, con la misma autoridad y con el mismo poderío.
En esta 2ª andadura el náufrago jubila al tío Gafotas como personaje de la fealdad y la mala leche; ya no da más de sí. Pero aparecerá en escena el Titiritero, otro símbolo, ahora de la ignorancia. Si el tío Gafotas se movía en un mundo de murciélagos y supuraba la infectada bilis de la maldad, el Titiritero cogerá el relevo de la estulticia superlativa, la corresponsalía de lo cutre y de lo inculto, la gran bandera de la gilipollez. Si el tío Gafotas era el gran malo, el Titiritero será el gran idiota.
Seguirán los dos personajes centrales de estas historietas, Paköma y Alolive, dándoles brillo y naturaleza. Y, por supuesto, el pezón de la sirena, la gran metáfora. del náufrago y el mar de los fenicios. También cambia el náufrago de rostro. Su cara quedará oculta por un disfraz que lo presenta como “ecce-homo”.
En el día de hoy, festividad de san José bendito, y cuando el Papa Francisco empieza a dirigir la Iglesia hacia los pobres. (Eso dicen).

1 comentario:

  1. spectans et misericordiam petens per oblivitionem csstulonensem

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