Sabía el
náufrago que el poema 20 sería la comidilla del Sonetario 52. Todo el mundo lo
había encontrado pronto, casi al abrir el libro. El título invitaba y fue el
primer soneto que se leyó. El náufrago sospecha que habrá quien no haya leído
más, pero el soneto 20 se ha releído, declamado, reclamado y aclamado. Follada
en mí bemol, de qué irá esto, invita automáticamente el titular.
El náufrago no
está criticando esto, incluso le parece bien. Si el autor tiene derecho a
“provocar”, el lector lo tiene también para leer lo que quiera, como quiera y
cuando quiera. Pero es un decir.
El poema
pretende -y lo consigue- romper con el tabú sexual que está presente también en
los textos poéticos. La poesía erótica es amplia y conocida en la historia
literaria, pero tratada con un agudo realismo sorprende al más pintado.
Automáticamente tenemos querencia a tratar el poema de pornográfico o, peor
todavía, poco poético. Y esto es lo que el náufrago pretendía, romper con esa
concepción romanticona de la poesía y descubrir el intimismo con todas esas
palabras-tabúes que, sin embargo, afloran todos los días en la calle.
Pensar que la
poesía tiene sus fronteras limitadas por las bellas palabras y los buenos
sentimientos ha sido la castración de la poesía hasta la época del “malditismo
bohemio”. Se da en otros casos. Cuando la gente se entera de que A. Machado
había hecho un poema a las moscas, Neruda a la patata o R. Montesinos al cuba
de la basura, lo consideraban inapropiado para el lenguaje poético. ¿Cómo algo
tan sublime como la poesía puede dedicar sus versos a asuntos tan vulgares?
En la novela se
permite que salgan las putas, los asesinos, las drogas … reflejando la realidad
de la vida. Se acepta con más o menos remilgos, pues es sabido que el español
-pío y educado- se la ha cogido siempre con papel de fumar. Pero ¿en la poesía?
Eso nunca. La poesía estaba para cantar a los almendros en flor, a las lunas
estrelladas de agosto y a las miradas de pupilas azules. Pues bien, eso es lo
que quiere romper el poema 20.
Follada en mí
bemol, el poema 20 del Sonetario 52, es un poema rebelde y revolucionario, ya
queda dicho, provocativo y provocador, que intencionadamente usa un lenguaje no
común en la poesía española. El libro también tiene otros poemas que, sin
llegar a tanto, se consideran “poco poéticos” (sic). Los números 19, 21y 43,
dedicados respectivamente al cubalibre, a un pedo y a un pleno municipal no
parecen ser “temas” muy poéticos, pero llaman menos la atención que el soneto
20. Y casi con toda seguridad el enano de la venta seguirá en la zahúrda,
disfrutando como “voyeur”. Claro que al náufrago le gustaría que se leyeran
también los otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario