La vida inocente de Lupi, aquella niña ciega de trenzas negras que
todos los días
endulzaba
sus labios con el donut de una escuela en Boadilla. La veía jugar a la
gallinita con su espinete de goma y una bufanda verde que le cubría una chata
naricilla, casi como de juguete. La niña Lupi miraba a todos sus vecinos del
semáforo, pero sólo veía con su larga trenza negra. Ojos de cera verde y
zapatos de charol.
¿Por qué la niña Lupi reía siempre con su bufanda verde, a pesar de no
poder distinguir los colores de la vida?
¿Qué sueños dormirían en los ojos cerrados de la niña Lupi?
El semáforo le dejaba paso preferente y la mimaba con un sonsonete que
ella agradecía con el verde airear de su bufanda.
Niña y bufanda,
anda el carrusel del
mundo,
trompetín como
juguete,
espinete, ¡vete! ¡vete!
La niña Lupi salía del colegio con sus cromos imaginados en el
interior de sus pupilas y, con su media lengua, cantaba la canción del semáforo
que le servía como saludo. Nunca olvidará aquel hombre solitario la risa de la
niña Lupi con su bufanda verde, que estiraba cada vez que cruzaba el verde
semáforo de la calle Arabial.
¿Por
qué se enamoró aquel hombre de la niña Lupi?
El rojo
corazón de Badina. Penumbra siempre. Besos en el portal de enfrente. Rojo semáforo
calentando el viento. Un flexo rojo en el rojo cerebro del hombre solitario.
-
Mira el semáforo rojo, Badina!; comprueba su zigzag y su fogueo;
nuestro aliento de cada tarde en cada abrazo.
-
Espera la señal; espera que la nieve mitigue este calor, contestaba
Badina acariciando la fría farola de la calle.
Y
el semáforo ponía una luz de pudor rojo en los pezones de Badina.
Rosa, rosae, crucigrama. Vega y mar.
Badina,
mujer: do you love?.
En el páramo un lunar:
beso, requesón. ¿Qué tal?
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