Todos los días a la misma hora,
desde el mismo sitio, con las mismas ganas. Todos los días para lo mismo. A las
11,30 de la mañana, un enjambre de
adolescentes y adolescentas se sienta en el poyo del Paseo, sacan su bocata de
mortadela (o de lo que sea), abren su fanta, mirinda o coca-cola y empiezan a
mordisquear entre risas y bromas inocentes (o no). Desde el faro de Rocadura,
el náufrago puede verlos y verlas joviales y jovialas, alegres y alegras, con el descanso merecido
probablemente tras el esfuerzo escolar de la mañana.
Son las doce. El poyo del Paseo
queda sembrado de plásticos, latas y residuos de la mortadela (o de lo que
sea). La papelera está a 4
metros , limpia y virgen, como recién lavada por el
chirimiri del mediodía. Así de sencilla es la escena que, como queda dicho, se
repite con la misma parsimonia y el mismo cansancio de cada día.
Algo más arriba, en un banco del
mismo parque, otro grupillo de adolescentes y adolescentas se entretienen. Son siete (4 hembras y 3
hembros). Están todos tan apretados/as que los siete caben en un banco/a. Cada
uno tiene en las manos (o en las manas) algo parecido a un galaxy sony o tal
vez apple smart. Para entendernos los mayores, un teléfono de bolsillo o, dicho
más corto, un móvil. No se hablan, ni se miran, ni se pegan pellizcos. Están
ocupados, absortos, ausentes, impenetrables e impenetrablas. El náufrago pasa por delante y
nadie se ha enterado, ni mirado, ni comentado nada. Mudez absoluta. Se saludan
por el “guassas”, se mandan besos, re-envían chistes (y chistas), pero no se
dicen ni una palabra. La pandilla está flotando por la “nube” virtual.
En el bar hay dos clientes que
comentan el ajuste de plantilla de Coca Cola que con 900 millones de beneficios en el 2013
va a echar a la calle a 700 trabajadores.
Reforma laboral, creadora de empleo. Un leve comentario, y punto. Pero llegan
otros dos y sacan el “tema” de la condenado a un año de cárcel por el ya famoso
robo de 4 € del cepillo de Consolación. Están de acuerdo. El náufrago no da
crédito a lo que escucha. Poco a poco, los comentarios van describiendo una
“teoría” sobre la inmigración que demuestra los “valores” sociales del personal.
El náufrago se queda aquí, porque no quiere que le salga una página diabólica.
En la Goleta , ya de vuelta, la
tarde le devuelve esa vida anónima del Paseo.
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