Fecha:
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Vie, 29 de Noviembre de 2013, 8:52 pm
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Bcc:
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donrafael@andaluciajunta.es
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El 26 de noviembre
de 2013, 8:52 pm llegó a la Goleta un e-mail con un texto que le llamó al
náufrago la atención. Decía así:
“Todo de acero, en la muñeca izquierda, donde está el corazón, para que la sangre lo
caliente y los latidos lo impulsen. Su teoría es más extensa, tiene la relación máquina
con cuerpo, que ya contaré, Además algunos relojes, como Rolex, tienen la facultad
de que les puedes cambiar la hora, sin que se estropeen, hacia delante y hacia atrás.
Eso puede ser un símil con los recuerdos. Y muchas más cosas. En fin...”
Le gustaba al náufrago aquella sorprendente teoría del reloj y guardó el texto para sacarlo algún día.Inmediatamente le vino otro:
“Mira, un reloj automático
significa que sólo funciona si tu lo
llevas en la muñeca.
Eso quiere decir que él sólo te da el tiempo
cuando tú le das tu vida... Un reloj de
pila te dará la hora lo que
le dure la pila, pero tú no le das nada, no está incorporado
a tu vida... Luego está el
reloj de cuerda, ése es el objeto que sólo depende de ti y
que no comparte vida-tiempo
contigo... Ahora, por azar, tengo un Rolex que está
conmigo en mi muñeca ... yo
le daré vida y él me dará tiempo”.
Definitivamente el náufrago quedó prendado de estas
reflexiones y las guardó en el archivo álbum.com. Hoy las da a la luz para que
sean gloria y memoria in excelsis Deo. El reloj me dará tiempo y yo le daré a
él vida. Pensé por un momento que podía ser al revés, que él me diera vida y yo
le diera tiempo, pero al final tuve que reconocer que no, que mientras la
reciprocidad vida-tiempo era la esencia del mensaje, la reciprocidad
tiempo-vida era imposible.
Porque el reloj nunca nos dará vida; tan sólo tiempo,
es decir, no-vida, pues cada paso del segundero es una pérdida de existencia. Por
eso nos mide, es decir, nos limita, con su calendario de horas y minutos,
regalándonos retales de tiempo que nosotros vamos almacenando para poder darnos
cuenta de que vivimos.
Supongamos que el reloj se parara. Ese tiempo quedaría
quieto, como muerto, sin vida. Serían siempre las 10 de la mañana y nosotros,
al no ver el cambio, creeríamos que no pasa el tiempo. Es lo mismo que si no
hubiera día y noche. ¿Cómo podríamos contar las fechas, es decir, cómo
podríamos ser conscientes de que vamos para viejos, o sea, de que cada vez
acortamos más nuestra vida y nos queda menos tiempo, que es lo que nos da el
reloj.
En cambio nosotros sí, nosotros sí le damos vida al
reloj cuando le damos cuerda. No le damos tiempo, porque él tiene tiempo de
sobra y sólo sabe de tiempo. El reloj necesita que tú le des vida para que él
te dé tiempo. Y a cambio, te devuelve la vida recibida en retales de tiempo
para que tú lo midas y hagas tus cuentas.
Intentaba el náufrago explicarle todo esto al Enano de
la Venta , pero la
mollera de éste no aleja tanto y -además- él no está para filosofías. Lo suyo
es la farándula de barriga y de bragueta. Pero … ¡qué maravilla este menage a
tróis entre reloj –vida – tiempo!
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