miércoles, 15 de enero de 2014

Rolex

          
Fecha:  
Vie, 29 de Noviembre de 2013, 8:52 pm
Bcc:  
donrafael@andaluciajunta.es
                    
El 26 de noviembre de 2013, 8:52 pm  llegó a la Goleta un e-mail con un texto que le llamó al náufrago la atención. Decía así:
             “Todo de acero, en la muñeca izquierda, donde está el corazón, para que la sangre lo 
                  caliente y los latidos lo impulsen. Su teoría es más extensa, tiene la relación máquina    
                  con cuerpo, que ya contaré, Además algunos relojes, como Rolex, tienen la facultad    
                  de que les puedes cambiar la hora, sin que se estropeen, hacia delante y hacia atrás.    
                  Eso puede ser un símil con los recuerdos. Y muchas más cosas. En fin...”
Le gustaba al náufrago aquella sorprendente teoría del reloj y guardó el texto para sacarlo algún día.Inmediatamente le vino otro:
                 “Mira, un reloj automático significa que sólo funciona  si tu lo llevas en la muñeca. 
                  Eso quiere decir que él sólo te da el tiempo cuando tú le das tu vida... Un reloj de
                  pila te dará la hora lo que le dure la pila, pero tú no le das nada, no está incorporado
                  a tu vida... Luego está el reloj de cuerda, ése es el objeto que sólo depende de ti y
                  que no comparte vida-tiempo contigo... Ahora, por azar, tengo un Rolex que está
                  conmigo en mi muñeca ... yo le daré  vida y él me dará tiempo”. 


Definitivamente el náufrago quedó prendado de estas reflexiones y las guardó en el archivo álbum.com. Hoy las da a la luz para que sean gloria y memoria in excelsis Deo. El reloj me dará tiempo y yo le daré a él vida. Pensé por un momento que podía ser al revés, que él me diera vida y yo le diera tiempo, pero al final tuve que reconocer que no, que mientras la reciprocidad vida-tiempo era la esencia del mensaje, la reciprocidad tiempo-vida era imposible.
Porque el reloj nunca nos dará vida; tan sólo tiempo, es decir, no-vida, pues cada paso del segundero es una pérdida de existencia. Por eso nos mide, es decir, nos limita, con su calendario de horas y minutos, regalándonos retales de tiempo que nosotros vamos almacenando para poder darnos cuenta de que vivimos.
Supongamos que el reloj se parara. Ese tiempo quedaría quieto, como muerto, sin vida. Serían siempre las 10 de la mañana y nosotros, al no ver el cambio, creeríamos que no pasa el tiempo. Es lo mismo que si no hubiera día y noche. ¿Cómo podríamos contar las fechas, es decir, cómo podríamos ser conscientes de que vamos para viejos, o sea, de que cada vez acortamos más nuestra vida y nos queda menos tiempo, que es lo que nos da el reloj.
En cambio nosotros sí, nosotros sí le damos vida al reloj cuando le damos cuerda. No le damos tiempo, porque él tiene tiempo de sobra y sólo sabe de tiempo. El reloj necesita que tú le des vida para que él te dé tiempo. Y a cambio, te devuelve la vida recibida en retales de tiempo para que tú lo midas y hagas tus cuentas.
Intentaba el náufrago explicarle todo esto al Enano de la Venta, pero la mollera de éste no aleja tanto y -además- él no está para filosofías. Lo suyo es la farándula de barriga y de bragueta. Pero … ¡qué maravilla este menage a tróis entre reloj –vida – tiempo!

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