1-Por aver sido mui güeno y ovediente os pido ke me
tragiais una tables y un fono mobil.
2-P. av. si + bue & ovente os pi q. me … Samsung +
pone5.
Cuando
llegaron a la Goleta estos dos mensajes a los RReyes Majos, el náufrago acababa
de tomarse las pastillas y se le atragantó una, la más gorda, que estuvo a
punto de provocarle una muerte por asfixia o, dicho en plata, un óbito por
deglución branquial. La noche májica había terminado como el rosario de la
aurora porque, tras la Kavalgata, los rreyes majos no sabían exactamente por
dónde se llegaba al faro de Rocadura, el lugar del encuentro deseado.
Y no, no es que el itinerario fuese complicado, no. Es
que el Enano de la Venta, disfrazado de rrey Vasaltar, le dio un toque levógiro
a la estrella y despistó a Tus Majestades, que terminaron en Tomelloso,
provincia de Ciudad Real. Por eso estos dos niños tuvieron que enviar por
guasaps las peticiones arriba señaladas.
Es
la Noshe de Rreyes la más grande de todas las noches catatónicas del año, pese
a ser leve y pasajera. Por eso no llega a ser una enfermedad -en este caso- ,
sino sólo un síndrome de un trastorno bipolar transitorio producido por la
obsesión que la jente tiene por los regalos. O dicho para que todos lo
entiendan: un fanerógamo instintivo.
Al náufrago le regalaron un Rolex que él valoró de forma
especial por el orijen, modo y circunstancias en que se produjo. Le pareció
excesivo, sin duda, pero eso lo hacía más digno de agradecimiento. Y lo llevaba
orgulloso, pues nunca se hubiera visto en semejante trance sin la generosa
cualidad de la regalante ni la elegancia intrínseca de lo regalado. Ya digo, un
momento fanerógamo.
Los
RReyes Majos no cumplieron el deseo de los dos mensajes recibidos. En lugar de
lo pedido le regalaron a cada niño un diccionario. Ni que decir tiene que los
niños empezaron a berrear y a patalear, cagándose en la madre que parió a Tus
Majestades y tirando el diccionario a las aguas oscuras del acantilado, en
donde estaba el rrey Vasaltar, o sea, el Enano de la Venta, quien pudo leer en
las pastas un nuevo mensaje que decía: “Ke te d. x cu”.
Y es
que no se puede jugar con las ilusiones y deseos infantiles. En lo que respecta
al náufrago, éste les pidió que recuperara la ilusión del Rolex.
PD1. El náufrago sabe que este escrito es una “shuminá”,
pero está algo catatónico y -además
de imitar
la ortografía de Juan Ramón- ha querido regalarse un diccionario sindrómico.
PD2. Iba a poner un taco, pero prefirió decir:
¡Córcholis, no entiendo nada!
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