Te quise inmenso // por las
paradas del metro,
entre los días con prisa // y con
los meses de otoño…
te quise inmenso // mis desayunos
tus besos //
y los paseos por el cielo.
(Rafa Alvarez. Uno que es de Alcalá)
El náufrago lo va a decir pronto
y rotundo: el concierto del alcalaíno Rafa Álvarez en los Festivales de Agosto le
pareció sensacional. En el doble sentido de lleno de sensaciones y de
extraordinario. No conocía el náufrago al cantautor, uno que es de Alcalá; no,
no lo conocía. Asistió al Teatro con una mezcla de curiosidad y escepticismo, lo
que no contradice en nada su especial interés. Incluso lo reafirma. Porque
siempre hay un misterio por descubrir en cada cosa que ignoramos y eso nos
invita siempre a hacer del conocimiento una nueva aventura. Por eso el náufrago
subrayó con colores de fiesta la fecha del 4 de agosto, porque no quería
perdérselo.
En la Goleta siempre se actúa
así: se rinde homenaje a lo bueno conocido y se apunta en la agenda la urgencia
de conocer lo que nos está oculto. Es ésta una manera de aprender y, sobre todo,
una manera de ir por la vida.
Encontrarse de pronto con un
joven que dominaba y llenaba la escena, sin trampas ni cartones, que sacaba
recursos distintos de distintas situaciones, que apresaba al público metiéndolo
en un puño para luego ir dándole cuerda, respiro y calentura, que cantaba dulce y a compás, con esa tibieza
fresca que saciaba la noche, que era al mismo tiempo guitarra y labio, sonora
voz recitada y fuego en unas letras que se hacían inagotables, y que comunicaba…
que comunicaba… que comunicaba …
En esas estaba el náufrago,
masticando metáforas, cuando escuchó la canción “te quise inmenso”. Al
principio podría haber asegurado que se trataba de un poema de Ángel González,
y casi lo dio por hecho. Cerró los ojos y abrió el oído, como el poeta cuando
tirita. Pero no, aquellos versos eran de Rafa Alvarez, uno que es de Alcalá.
Volvió el náufrago al faro de
Rocadura, mientras la Mota
se despeinaba con las qasidas de los “Saídes”. Y lentamente la noche lenta cubrió su fuego, te
quise inmenso, muy lentamente en el sueño lento.
Qué lástima que el marinero no hizo caso del capitán de la Goleta.
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