El
náufrago acudió a la fiesta con el gusanillo del I Torneo de Mus metido en su
buche de gaviota. Salió de la
Goleta con el último alpiste en los bolsillos y tarareando
aquella copla del ardor guerrero vibra en nuestras voces. Por primera vez en la
historia milenaria de la ciudad tenía lugar un campeonato de mus, juego de
cartas vasco-madrileño, prácticamente desconocido en las Andalucías (la bética
y la penibética) y que el náufrago había aprendido en su etapa lisboeta.
Música
de fondo del tararí para volverse loco, después de la pinchada moruna, y un
calor heliodoro de cigarras y majoletas. Comienza la partida en el mismo
instante en que el vocalista entona la Campanera.
Desvirgada
la baraja nueva, comienzan los cortes, embarajes, pases en falso, guiños a
ciegas y señas señaladas. Todo un sistema de signos va conformando las primeras
manos de ese juego de naipes -el mus- que torea grandes y chicas, desinfla
pares y se enrosca en el juego de las 31. Alternancia en los primeros envites,
equilibrio en los lances, mesura en los comentarios y movimiento pendular en
los muses faroleros.
El
náufrago tiene una jugada personal y rafaelina que consiste en que se da
siempre mus de mano, tenga lo que tenga. Sabe que pierde oportunidades (ventaja
al contrario), pero también aumenta la sorpresa. Hace lo mismo que cuando juega
“a los chinos”, que nunca pide 3 entre 2.
La
tarde se va engolfando con los riegos del cubata y del gintonic lola-loleño.
Hay un ambiente, digamos, “molecular”, pero la partida de mus sigue su rito con
una voz de soprano, hasta que el náufrago decide falsearla con un do bemol
propio de tenores. Se da mus de mano y corta el enemigo. Él entorna sus ojos
diagonales y escudriña la jugada con la parsimonia serena de un tahúr del Himalaya.
Espera que hablen. Tiene dos cuatros y dos sietes. Están a 15 puntos por 5 para
el set definitivo. Están perdidos y la pareja madrileña respira con el olor del
triunfo presentido. Un pase en falso a los pares, el otro que envida y un trío
de reyes que se vuelve loco y grita ¡órdago! Y pone ojos de brótola cuando se
encuentra con el dúplex del náufrago. Game over, dice el titiritero.
Día
grande este 14 de julio, cuando el náufrago toma la bastilla y se proclama
campeón absoluto del I Torneo de Mus en Alcalá la Real. Una copa y una
botella de aceite de la
Sierra Sur son los trofeos de un hecho que ya es
historia. Por eso sería conveniente que
tomara nota el cronista de la ciudad y escribiera la página de una gesta
alcalaína tan singular y meritoria. Con la leyenda “In primo certamine muris
Alcalae Regalis, victores Raphaelis fuerunt”. ¡Sublime!
Enhorabuena a los campeones.
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