Hacía 35 años que no se veían. Desde que hicieron la
última aventura juntos: unas oposiciones a bachillerato. Entre copa y sardina
asada recordaron el quinquenio 71-76, aquellos
años hirviendo en el sopor de las aulas de Puentezuelas, el primer escote de
Pili, la ignorancia petulante del profesor X
y el examen en Callao, en plena calle, por no sé qué de una bomba. Recordaron también
la taberna-vieja de Plaza Nueva y el primer humo de los porros en el Campo del
Príncipe. Recordaron cuándo y cómo se iban sin pagar del Marilyn y las horas pasando a limpio los oscuros apuntes
de Lingüística Románica. Recordaron la noche en el garito policial de la calle Duquesa.
Cuando salieron las notas de la “encerrona” decidieron armar la fogarina -allí-
en los madriles. Una noche rabiosa. Fue
la última vez, hacía ya 35 años.
El encuentro
fue eufórico y el abrazo supuestamente sincero. Manolo vestía un elegante traje
marrón, como de butique, y llevaba una cartera portafolios de suave piel mate. Un
guardaespaldas misterioso hacía también de chófer para su Audi8 de alta gama.
Lo llamaron cien veces por el iphone en menos de media hora. Su porte
distinguido en nada tenía que ver con las “fatigas” de aquellos años
recordados.
-!Caramba, tío, qué pasón!, exclamó Kubalita.
Y se fueron
al faro de Rocadura, frente al mar de los fenicios. Y de nuevo vinieron los recuerdos
nuevos: las graciosas explicaciones del profesor de Geografía sobre los vientos
"alizios", el día en que se presentaron en la sede socialista del Camino de Ronda -sección
24- las primeras discusiones sobre el partido,
cuando Su Excelencia ya podría, las
milicias de Montejaque y, !cómo no!, aquel talbot-hotel del descanso del
guerrero.
Manolo le
contó eso de un despacho reluciente, tres teléfonos en conexión directa, un
montón de circulares en la mesa, la responsabilidad de la gestión autonómica,
la entrevista cotidiana con el Consejero, las cenas de trabajo relajante y los
whiskises de terapia representativa. Una agenda siempre llena de fechas y
tachadura por asuntos de urgencia, esa red de nuevos conocidos, siempre en la
foto de la política, tan “prisionera”…!Ay, el poder!...Tú sabes, Kubalita, que
a mí las clases no me gustaban demasiado; la monotonía, las incomprensiones, el
anonimato... Sí, ¡es tan distinto! Sevilla te enciende con sus primeros amarillos
en ese cernudiano atardecer de la calle Betis. No como tú, que siempre has sido
un gilipollas. [¿…?]
-Dicen que
te vieron llorar –dijo Kubalita- cuando en el último cambio estuviste a punto
de volver a la tiza y explicar a Larra; y dicen que te arrastrabas por los
pasillos, y hasta que se te fue el sueño
durante cuatro noches enteras; y dicen también que le tirabas de la levita al
kopón bendito ...
- !Qué cosas
dices!, replicó Manolo. - ¡Qué cosas haces!, contestó Kubalita.
El náufrago
lo vio cómo daba una palmada y el chófer
se cuadraba y le daba un cigarro. Pasaría por Ecija y se tomaría una yema en el
Pirula, le dijo al náufrago.
Ya se lo había
pronosticado aquel horóscopo: encuentro con un viejo compañero que terminará como el rosario
de la aurora.
¡O tempora, o mores!
ResponderEliminar