Sólo de muerte
La muerte es blanca y duerme de costado.
Vive entre los vivos, entre árboles frutales. Permanece
atenta a las plegarias de los hombres que van
o vuelven de los campos, discretos, silenciosos,
con las cuentas rodándoles en los dedos gastados.
La muerte oye llover sobre los vivos y oye
llorar sobre los muertos.
(M. Jurado)
A mi amigo y colega Manolo Jurado el náufrago le ha “robado” esta bellísima estrofa sobre la muerte. Cuando ya se pueden ver las primeras cerezas sobre la fértil tierra de la Goleta. Atrás quedaron las flores del almendro, como algodones de feria, quemadas por las últimas nieves de esta limpia primavera.
Manolo dice que la muerte es blanca, pero el náufrago piensa que no. Manolo dice que vive entre los vivos, pero el náufrago cree que no. Manolo dice que oye llorar sobre los muertos, pero el náufrago dice que no.
Sólo se muere solo. Y en esa soledad de la muerte está el triunfo de la vida. Sólo una última estrofa estará con nosotros cuando la “hora” llegue. ¡La hora! Sólo tú solo ante el adiós del mundo. Porque morir sólo es morir solo. Aceptando el largo viaje como una renuncia última y confesando que se ha vivido un tiempo silencioso refugiado en las huellas de la recobrada memoria.
Sólo se muere solo. Sin reproches, ni facturas, ni celos, ni argumentos. Secretamente. Y la muerte se lleva todos los temblores imborrables de cada noche de arritmia: aquel beso escondido, aquella mirada furtiva, aquel escalofrío.
En la despedida del mundo, tú, sirena de fuego.
¡Qué gran poeta eres, Manolo! ¿Le permites al náufrago declamarla oyendo el Gloria de la Coronación de Mozart?
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