Esta sí que sería una buena noticia para la Iglesia y para el Mundo. Una noticia revolucionaria, moderna y rompedora. Una noticia de esperanza.
Pensaba en ello el náufrago, cansado ya de tanta lluvia, que parece como si la Goleta se
hubiera inundado con el mar de los fenicios. O sea, que el náufrago está ya harto de tanto charco. Pero más harto está de toda la literatura triunfal y de toda la parafernalia del dichoso cónclave del que saldrá el nuevo Papa. ¡Qué exhibición de tiaras, bonetes, anillos, cruces y pulseras! ¡Qué escaparate de solideos, casullas, mitras, albas, estolas y dalmáticas! ¡Qué muestrario de cálices, patenas, relicarios, custodias, incensarios y copones! ¡Qué ejemplo para la iglesia de los pobres! ¿De verdad alguien cree que Jesucristo estaría contento con todo esto?
La noticia del “Habemus Mamam” supondría que la misoginia secular del cristianismo se bate en retirada, que la mujer en la Iglesia sirve para algo más que para monja de clausura y sacristana, que todos y todas participan de la misma manera en la comunión de los santos. Pero eso no lo veremos.
El Espíritu Santo debe de estar teniendo bastante tarea en este cónclave espectacular y solemne bajo el techo inigualable de la capilla Sixtina. Probablemente no haya una escena teatral más impresionante que los 115 purpurados, tan limpios y relucientes, tan bien trajeados con sedas y terciopelos, tan regordetes y tan de buen ver, reunidos y cantando el Veni creator. Ni la escenografía de la ópera más solemne puede compararse. ¿Y que me dicen del recurso escénico de la “fumata”? Verdaderamente genial.
En la Goleta la tele -en blanco y negro- está retransmitiendo el cónclave por entregas troceadas y, claro, no es lo mismo, la espectacularidad por los suelos. Por eso el náufrago, desprovisto de los grandes focos del color, ha pensado en esa imposibilidad única de una Mama como Papa. Y metido a profeta, quiere adelantar su quiniela: fumata blanca esta tarde y elegido el brasilero Odilio Pedro Scherer, 63 años, arzobispo de Sao Paulo.
Ya sé que al náufrago lo tacharán de ateo, de demagogo y de irreverente, pero el náufrago asegura que no es nada de eso. Sí es un agnóstico que cree en un Cristo histórico cuyo mensaje evangélico no tiene nada que ver con el que nos viene transmitiendo esta Iglesia triunfante y jerárquica, que da la espalda a todo lo que huele a igualdad, pobreza y progreso. El “habemus Mamam” sería el gran icono de la modernidad y significaría la apuesta decidida por la democratización de la Iglesia y su compromiso con el mundo.
En la Goleta saben que en un cónclave no es oro todo lo que reluce. Las banderías han tenido siempre su protagonismo y las luchas por el poder han traído loco al Espíritu Santo. Es difícil encontrar una institución en la que la contradicción entre teoría y práctica sea tan evidente y desproporcionada.
13-3-13, buen día para la superstición. Como ya dijera Tomás el Dídimo, hasta que no “habeamus Mamam”, el náufrago no creerá.
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