Una de las contradicciones más evidentes e injustificables de este tiempo en que vivimos es el silencio de la Iglesia ante la crisis, en contraste con su continuo vocerío ante lo que ella considera el “desorden” moral.
¿Cómo explicar que la Iglesia no haya dicho nada sobre la exclusión médica de los inmigrantes sin papeles, sobre los recortes en los salarios, sobre los cinco millones de parados, sobre una reforma laboral que favorece los despidos, sobre ese mundo marginado del desahucio, sobre el drama de las personas dependientes, sobre las colas del hambre y la miseria, sobre la tragedia de las violaciones … ¿acaso estos asuntos no son del mundo de su reino?
Y sin embargo, ¿por qué está todos los días hablando sobre los matrimonios homosexuales, la educación para la ciudadanía, reclamando los crucifijos en las escuelas, las subvenciones que sí recibe con gusto o el derecho a la enseñanza de la religión? Desde los púlpitos, mediante cartas pastorales, manifestaciones etc. reclama día a día la defensa de un orden moral que ha de ser el que ella dice, y no otro. ¿Cómo es posible que se hable tanto del orden moral sin exigir también un orden social? Si se calla en esto, ¿por qué no se calla en lo otro? Y si habla en uno, ¿por qué no habla en los dos?
¿Dónde está la Iglesia del Evangelio, la de Jesús, la de los primeros cristianos, la de la verdadera caridad (que no la limosna), ¿dónde está? ¿Por qué calla nuestra Conferencia Episcopal ante la crisis mientras vocea una liturgia de ritual? ¿No tiene nada que decir sobre la amnistía fiscal a los ricos, sobre el robo descarado de los grandes banqueros, sobre la salvaje especulación de los mercados … no tiene nada que decir? Porque yo no he leído ni una sola nota de denuncia o desagrado.
¿Por qué el silencio de esa Iglesia avispada y obispada? Esa que podemos ver en los cónclaves o en la conferencias episcopales copadas por sedas y terciopelos, por anillos y patenas de brillante color, como de oro bien macizo. Esa que tanto mercadea con el templo, como los antiguos levitas de la tribu.
Anoche el náufrago se metió en la cama con estos pensamientos. Cuando no está en la Goleta le da por reflexiones incontestables. Inténtelo usted mismo: si el Evangelio y la doctrina de Jesús siempre estuvo del lado de los pobres y predicó la justicia social, ¿por qué este silencio?
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