Ya de vuelta, el náufrago oyó por la radio una curiosa noticia. En el cementerio de san José de Granada se había organizado un concierto de Bocquerini y de Mozart con el nombre de “música para el recuerdo”. Suponen bien, la reacción ha sido “mortífera”. Puede resumirse con lo que dijo una señora: “aquí al cementerio se viene a rezar y a llorar por el dolor de los muertos, no a escuchar música como si fuera un día de fiesta”. Piensa el náufrago que hay una cultura sobre la muerte que habría que cambiar, porque con ella cambiaría también la cultura de la vida. Pero para ello habría que suprimir todo ese ritual que empieza en un velatorio follonero, que sólo sirve como escaparate para que te vean, eliminar los responsos, hisopos y caretos del funeral -¡con lo bueno que era el “probetico”!- cuando en realidad era un cabronazo como la copa de un pino.Y habría que cambiar también la liturgia de estos días de difuntos, empezando por prohibir los kyrie eleisons y los crisantemos.Y dejarse de tanto memento homo y tanto dies irae. Menos calamitatis el miseriae y más gloria in excelsis. Pensaba el náufrago en estas cosas mientras se acercaba al cementerio de la Goleta un día como hoy, día de difuntos.

En la Goleta el día de difuntos se celebra con un gran baile. Sólo bailan los muertos quienes, alegres y llenos de vida, presumen delante de los vivos que, tristes y desesperados,lamentan no poder bailar porque ellos, los vivos, están muertos, mientras los que pasan por muertos son los únicos que viven. El náufrago está convencido de que sería bueno empezar a creer en la vida de los sepulcros.
Un dato final. Alguien ha comentado que este fin de semana habrá unas 4.000 visitas al cementerio de Alcalá, uno de los cementerios más feos que el náufrago conoce. Sólo una sucesión de nichos adosados, impersonales y neutros, amontonados Ni un recuerdo de la vida, ni un símbolo, ni un monumento funerario de relieve. ¿Cómo puede ser tan feo el cementerio de Alcalá? Por eso lo tiene escrito: un puñado de cenizas en el Rincón de los Poetas, junto a los Versos de tierra. Y por supuesto, Mozart. Pero no su Réquiem, sino el Gloria de la Coronación
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