viernes, 14 de junio de 2013

70

Amaneció 70, como una cifra di-digital, enmascarada en la costra del escarabajo de Kafka. Metamorfosis, pensó el náufrago, cuando se miró al espejo cóncavo que le devolvía el pesado sueño de la noche. La ducha le había clareado las dos arrugas nuevas en el arco circunflejo de la retina, allá donde dicen que hay 70 colores para cada realidad vivida y 70 deseos para cada uno de los 70 sueños rotos.
No se atrevió a subirse al faro de Rocadura, en donde había anotado el número 70 como señal de S.O.S. Por eso el náufrago temía encontrárselo de cara y por eso le escupió al espejo, mientras se desangraba su sonrisa y aparecía un responso de palomas en la entrada a la Goleta.  Entonces dibujó con el gel de los domingos un corazón lleno de sangre virgen, pero el hijoputa del espejo le devolvió un corazón con fibrilación auricular y un electro con 70 rayas en sierra descendente. Las contó una a una y se dio cuenta de que la línea 70 pestañeaba cada vez que tosía en posición de cúbito supino.
La tostada de aceite le calentó el ombligo hasta 70 veces siete y se fumó el primer cigarro de la nueva década, pensando en lo importante que era seguirse llamando Ernesto, como ya dijera Óscar Wilde antes de escribir el De profundis 70. Era el primer día de los desayunos al aire libre, según está escrito en las ordenanzas veraniegas de las terrazas. El náufrago se dio cuenta de que lo saludaban 70 personas con 70 saludos distintos, mientras deshojaba la 70 margarita del periódico. No podía leer.

Dicen los cuentos de las leyendas que el 70 es un número catatónico que tiene la propiedad de hacer lo frío caliente y lo pesado flaco. Por eso es un número irreal y mentiroso, mejor dicho, una cifra, porque un número no es, ya que son dos número (el 7 y el 0) y a él no se la van a dar con queso. 

Hubo un momento en el que al náufrago se le enturbió la mirada en diagonal y entonces notó que el café que se estaba tomando cambiaba de color con la misma rapidez que algunos cambiaban de chaqueta. Y le entraron unas ganas enormes de llorar hasta llenar el vaso de las 70 lágrimas. Fue entonces, justamente entonces, cuando recibió un whatsaap escrito con letra plateada en donde lucía un 70 brillante y atractivo. Se levantó erguido, como una vara de olivo viejo,  se dirigió al Faro de Rocadura ... y empezó a recitar:
            “Mouchos, coruxas, sapos e bruxas, // demos, trasnos e dianhos, spritos das nevoadas  veigas // corvos, pintitas e maigas, feitizos das mencinheiras …
Mientras sonaba exultante el Gloria de la Coronación de Mozart.

1 comentario:

  1. Ìn secundo millesimo quinquagessimo decimo tertio anno post exactos reges naufragus septuaginta annosobtinuit, qui pervivat per multos annos in labore artis poeticae et bene dicendi. Salve, salvete.

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