Cuando oscurece en la Goleta, las sombras de la noche invaden la pequeña cabaña del náufrago y éste se acojona. Nada hay que dé más miedo que la negritud del mar. La placidez y el lirismo de los celestes en las aguas del claro día se tornan amenazadores hechizos en la oscuridad de la noche. Al náufrago le llegan turbios presagios de tiburones posibles, piratas dislocados o sueños infernales. La noche y el mar forman una pareja diabólica y, entonces, aparecen los náufragos sonámbulos poniéndose al acecho e imaginando escenas tenebrosas. Os contaré dos crónicas de los últimos sucesos.
El náufrago quiere compartir sus dolores de cabeza con todos los que hacen de la escritura un misterio y del misterio una vida. Sólo pide la inocencia desnuda de todos los quixotes y esa búsqueda urgente de la razón social frente a la fe de los carboneros. El náufrago confía en que otros náufragos, o celestinas, o solitarios, o segismundos, o aventureros, o lazarillos, o robinsones, o tenorios, o puntos suspensivos … se unan con placer y complicidad a esta tarea.
domingo, 26 de agosto de 2012
Crónicas del mar
el “probetico” en su ermita sin que nadie le haga ni puñetero caso.
Tenemos santos de toda ralea y estatura así que, por qué no este Custodio de
se volvería interminable, al modo y manera de la túnica del beato Fray Leopoldo
Le he prometido mi firma por la causa y él se ha despedido dejándome un milagro.
deseado cuerpo. Y yo -hombre de fe- he creído en él y me he dado un baño en l
Llevo tres días en urgencias con mi cuerpo moreno y gitano comido de
“Custodio, a la próxima putada te quedas sin corona”.
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