Benedetti escribió el poema No te rindas, uno de los monumentos de esa poética que se ha llamado de la resistencia.
“No te rindas, aún estás a tiempo // de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, // enterrar tus miedos, // liberar el lastre, /retomar el vuelo”.
El náufrago lleva varios meses, como un martillo pilón, dándose golpes de pecho con cada uno de estos versos cortos y deshilachados, sentenciosos y duros, como disparos de fogueo. Piensa el náufrago que nada hay más agudo y menos bélico que la palabra, más eficaz y menos violento, más victorioso y menos imperial.
“No te rindas que la vida es eso, // continuar el viaje, / perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo, // correr los escombros, // y destapar el cielo”.
En la Goleta tenía tiempo para pasar el tiempo dedicado a juegos y piruetas literarias.
Por las tardes jugaba con los infinitivos de Benedetti: alcanzar, comenzar, aceptar, enterrar, liberar, retomar, continuar, perseguir, destrabar, correr, destapar… Intentaba conjugarlos con sus propios infinitivos, aquellos que definen sus propios intereses, deseos, aficiones, tareas, necesidades… su propia vida.
“No te rindas, por favor no cedas, // aunque el frío queme, //
aunque el miedo muerda, // aunque el sol se esconda // y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma., // aún hay vida en tus sueños.
Luego, cada noche, el náufrago se rinde.
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