El náufrago hace tiempo que habita mar adentro, a solas con el viento y los delfines. Desde su isla misteriosa, olisquea el sabor de los recuerdos y saborea el olor de las huellas perdidas. Oye el color de la vida y dibuja los sonidos de las tardes lentas, confundiendo la voz con la mirada.
El náufrago quiere compartir sus dolores de cabeza con todos los que hacen de la escritura un misterio y del misterio una vida. Sólo pide la inocencia desnuda de todos los quixotes y esa búsqueda urgente de la razón social frente a la fe de los carboneros.
El náufrago confía en que otros náufragos, o celestinas, o solitarios, o segismundos, o aventureros, o lazarillos, o robinsones, o tenorios, o puntos suspensivos … se unan con placer y complicidad a esta tarea.
Esta debe ser la ruta de toda tarea cultural, la rebeldía del náufrago contra la rutina, el dogmatismo y la mediocridad. Ojalá el náufrago haga de su isla un lugar de encuentro para una cultura compensatoria y transformadora de la sociedad española.
Esta debe ser la ruta de toda tarea cultural, la rebeldía del náufrago contra la rutina, el dogmatismo y la mediocridad. Ojalá el náufrago haga de su isla un lugar de encuentro para una cultura compensatoria y transformadora de la sociedad española.
Ha llegado un mensaje en una botella, debe de ser el Náufrago...
ResponderEliminarBienvenido a las islas de la red.
Te seguiremos las huellas.
¡Saludos!