lunes, 8 de septiembre de 2014

Adiós, náufrago, adiós

A la vuelta de vacaciones he recibido un mensaje en una botella procedente
de la Goleta. Pensaba que era un ese-o-ese, pero no; era una larga carta de despedida que reproduzco a continuación:
Querido X:
Te ruego que publiques este último mensaje que dirijo con cariño a todos mis lectores (y lectoras). Por la presente el náufrago comunica que su aventura ha terminado. Después de 222 jornadas, el náufrago dice adiós… por ahora. Todo lo que tuvo principio tendrá su final, nos dice la madre naturaleza, y no conviene dejarla en mal lugar. La Goleta ya dejará de ser ese lugar de la risa y del llanto, del compromiso y de la abulia, de la denuncia y de la indiferencia, del aplauso y del silbido, del deber y del poder, del querer y no poder, del poder y no querer, del vacío y de la plenitud, de la rutina y de la creatividad, de la nada y el todo ... en definitiva, de la vida. Porque aquella isla tropical de Robinson Crusoe ha perdido ya su Orinoco y éste ha sido devorado por la mediocridad., desde la proa a la popa y a babor y a estribor. Está plano… por ahora. ¿Habrá algún pirata que salve al náufrago?
Un día ya lejano, el 2 de marzo de 2012, inició su travesía por la calle y el desierto, por la voz y el silencio, por la luz y por la sombra, por la identidad y la contradicción. Invitó a todos, quijotes, lazarillos, melibeas, segismundos, celestinas… a hacer de la escritura un misterio y del misterio una vida, pero la derrota siempre vence… por ahora. Han sido 2 años, 6 meses y 6 días luchando cuerpo a cuerpo, como recomendaba Blas de Otero. Y como en aquel nerudiano crepúsculo de la iguana, le ha entrado en el cuerpo la noche de los caimanes. ¿Y el alma …? ¡Ay, el alma!

Quedan ya para siempre en la historia de la Goleta personajes limpios y positivos, como la Sirena, Alolive, el almirante Nelson o Paköma. Todos iluminados por el faro de Rocadura. Pero también el tío Gafotas y el Enano de la Venta seguirán por siempre en el submundo de la cueva de los murciélagos… por ahora.
El mar de los fenicios deja su escenario. Abajo está la ciudad y él, perdido entre las casas de cartón, como canta J. Alvarez, dejará la Goleta más solitaria que nunca y cerrará las ventanas para que todo quede inmóvil … como un museo viejo y definitivamente coronado. No hay más cambios de aires ni se esperan nuevas barquillas.
El náufrago quiere reconocer que, escribiendo, se ha liberado de lo bueno y de lo malo y, en ese sentido, su escritura ha sido curativa. Y tiene que agradecer a todos sus lectores (y lectoras) la paciencia por haberlo aguantado, en las duras y en las maduras. También quiere dejar claro que ha pactado definitivamente con sus miedos. Él los dejará tranquilos a cambio de que ellos le perdonen aquel “quiso y luchó, pero no pudo”, como lema que dejará inscrito con sus cenizas.
Seguirá esperando, eso sí, a que el papa Francisco pase de las buenas palabras a los mejores hechos (que ya va siendo hora) y a que Pedro Sánchez deje de ser Susana Díaz o tal vez al revés, que Susana deje de ser Pedro. Seguirá creyendo que la cultura debe seguir siendo para ti y que para que el socialismo gane votos y voluntades siempre será mejor una idea socialista que una procesión. Seguirá remando igual y en la misma dirección, trabajando con la misma fe y para nada… y escribiendo como siempre lo ha hecho… por ahora. Pero nada será lo mismo. Pensemos en que Robinson Crusoe sólo existió en la pluma de Daniel Defoe.
No habrá otro sitio para su recreo ni otro color para la esperanza. No hay pena, ni rencor, ni desencanto en este naufragio del náufrago. Sólo agradecimiento a los que lo han leído, unos con ganas y otros desganados. Pero el náufrago no se rinde. Deja la isla y se funde en la tierra, en donde le esperan Pido la palabra, las Oratorias y las Eróticas… y el Diario del concejal.
Como aquel parte de guerra del 39:
“En el día de hoy, cautivo y desarmado el blog del náufrago, el cansancio y el sopor han alcanzado sus últimos objetivos. La aventura ha terminado… por ahora.
 La Goleta, 8 de septiembre de 2014”

El náufrago despertará cada día tarareando aquellos versos de D. Broza: “Navegando solo, esperaré a que venga el viento para que me lleve lejos”